Del «naranja buñuelo» al «verde aguacate» y al «fucsia activista». Bogotá es más que esa ciudad oscura que muchos ven y tiene una policromía de al menos 50 tonos muy locales, tal como lo muestra el libro «Bogotono».
PUBLICIDAD
Entre los cerca de 8 millones de habitantes de esta metrópoli y sus miles de visitantes, los referentes de color del paisaje urbano casi siempre se dividen entre dos extremos: el gris y el naranja.
El primero, por quienes, como Irene Villora, española con casi 4 años en Bogotá, la ven gris, por el clima lluvioso, el cielo normalmente oscuro y «el polvo, especialmente de las fachadas de los edificios».
El segundo, por una de las características más notorias de la ciudad: el «ladrillo a la vista» con el que se viste la mayoría de sus edificaciones, un «legado del señor (Rogelio) Salmona», como recuerda la realizadora visual Liliana Andrade, en referencia al desaparecido arquitecto que impulsó su uso como señal de identidad.
Para José Enrique Plata Manjarrés, autor de «Bogotono», las opciones son muchas más. Concretamente 50. Tonos que encuentran su «traducción» a las conocidas «guías Pantone» y las configuraciones CMYK y RGB, referencia de las artes gráficas, pero con pinceladas delineadas por la cultura local, popular.
Así, se pasa de un arco iris tradicional a nombres que evocan más que colores: «rojo Transmilenio», «amarillo papa criolla», «café panelita», «verde policía», «blanco gelatina de pata», «gris teléfono flecha», «rosado manto Divino Niño».
«Las diferentes ciudades terminan representándose en objetos como artesanías o souvenirs que no han variado. ¿Por qué no hacer cosas que le den una mirada actual, vigente, contemporánea, donde uno pueda reconocer las situaciones. (…) Otra forma de mirada, de reconocernos dentro de la cotidianidad», dice Plata Manjarrés sobre qué lo impulsó a desarrollar este proyecto.
PUBLICIDAD
Por eso, los de «Bogotono» no son solo colores que llenan la retina. También se incrustan en el olfato, el tacto, la memoria…
En las calles se siente el aroma del «chocolate santafereño» (color a la vez que bebida con «suave y dulce olor barnizado con canela que estremece el cuerpo») y el sabor «propio de la salsa, de lo tropical» del «naranja chontaduro» (fruta del Pacífico colombiano).
O incluso la sensación («para algunos es motivo de respeto y para otros una amenaza») de estar frente al «negro Esmad», (cuerpo antidisturbios de la ciudad).
También son colores que suenan, como el «negro tierra mojada» , que transmite en forma de barro las notas que empiezan en los pies y suben por todo el cuerpo en Rock al Parque, el festival gratuito más importante de Latinoamérica, o en Estéreo Picnic.
Sonidos que para el autor preferiblemente van ligados al azul, un color que, asegura, se asocia «a varios estados mentales: de elegancia en algunas ocasiones, de melancolía o de turbulencia sentimental no eufórica. Y evoca cosas como The Glove (proyecto de Robert Smith, de The Cure) y su disco» Blue Sunshine» o también «Bocanada», de Gustavo Cerati, que la portada es azul».
Pero el libro, que en la feria bogotana despertó admiración y curiosidad de gente de «España, Francia, Chile, México, EE.UU. y hasta de Japón», también intenta profundizar en problemáticas locales: el ‘rojo intenso ají’ «pica como pagar impuestos o ver los detalles de la corrupción local», comenta Plata Manjarrés en su texto.
«Tiene crítica acerca de la realidad y la contemporaneidad, pero también tiene toques de humor: si uno no combate todo lo que está pasando con humor o con resistencia está condenado», explica el bogotano de 44 años sobre el tono desenfadado de su obra.
Los colores incluso riñen con los de origen, como el ‘blanco changua’, en referencia a una típica sopa y que, como lo describe el libro, «es viscoso, pasado por un verde, barnizado por la tostada y con un amarillo inconfundible. (…) Para algunos, su blanco es sinónimo de terror. Para otros, es un blanco que invita al sabor».
También sirven como reflejo de la sociedad. Así, el ‘amarillo empanada’ «llega a la retina, impacta fuertemente y produce grata recordación. (…) Puede ser elegante, popular o de clase media. Se come por igual por ricos y pobres», comenta con picardía el autor.
Como afirma el prólogo de «Bogotono», esta publicación independiente de Estratégica Visual Editorial «recorre a Bogotá a través de una carta de colores que produce frío, risa, escalofrío, calor, sosiego».
En definitiva, una guía que busca colorear el ambiente grisáceo de la ciudad y los sentidos de sus habitantes porque, concluye Plata Manjarrés, «terminamos haciendo que nuestras vidas estén tan ligadas a una cotidianidad que a veces no podemos notar» esos otros tonos.