Los hermanos James y Oliver Phelps, los gemelos Weasley en la saga de películas de Harry Potter, el niño mago creado por J.K. Rowling, están convencidos de que «aún está por escribir» un universo literario que sustituya al imaginario generado por la escritora británica.
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«La magia de Potter todavía funciona», ha asegurado James Phelps, Fred Weasley en la ficción cinematográfica, que junto a su hermano gemelo inaugurará el sábado próximo en el pabellón 1 de los recintos feriales de Ifema en Madrid la exposición «Harry Potter: The Exhibition». «Nos hemos encontrado con niños, muchos no es que no hubieran nacido, es que ni estaban en proyecto cuando se rodó la última película de Harry Potter, que alucinan con la exposición», comenta Oliver, ‘George Weasley’.
Añade James que son varias las generaciones de niños que han crecido viendo estas películas y leyendo estos libros, incluidos ellos, y se maravilla de que sea «tan atemporal». «El mundo de la magia no necesita identificarse con ningún momento concreto; aquí lo ponemos en contexto con las ropas, pero es universal», comenta, antes de bromear con la posibilidad de escribir él mismo el «éxito» que tome el relevo a Potter.
Las bromas de los gemelos, que tienen asumido el carácter de sus personajes -los pelirrojos que volvían loca a su madre con sus bromas pesadas-, se suceden en la charla con Efe; desde las bromas de James, asegurando que no solo apadrinan la exposición, sino que son los autores del diseño de la muestra, a sus preferencias con las pócimas y hechizos de la serie.
«Yo petrificaría a los rivales de mi equipo de fútbol», dice James, mientras Oliver prefiere usar el traslador para no sufrir los inconvenientes de los vuelos o, mejor -se ríe- «haría desaparecer» a los que graban los conciertos con sus móviles. Los actores, convertidos en dos hombres de 31 años, reconocen que ellos mismos crecieron al tiempo que Harry Potter, y trabajar en ello les ayudó mucho, particularmente al tímido James, que incorporó a su personalidad la extroversión de su personaje.
«Nuestra vida fue completamente diferente por haber actuado en Harry Potter -añade Oliver- y es cierto que nos ayudó mucho ser gemelos de verdad, era más auténtico. Profesionalmente, éramos conscientes de que habría gente incapaz de vernos más allá, pero por otro lado es positivo porque tenemos la ventaja de poder optar a papeles para gemelos», se ríe el hermano «mayor» (por tres minutos).
Oliver reconoce que le puede la nostalgia cuando ve los trajes, «los ves y vuelves a un día de rodaje concreto. Son tan pequeñitos…, ¡ya no nos caben!», se ríen los dos. Pero no es una exposición solo para «potterheads» -seguidores de la saga-, sino también para «muggles» -personas normales, no mágicas-, asegura el auténtico diseñador de la muestra, creativo de Global Experience Specialist Robin Stapley, quien confirma a Efe que el público español se ha volcado con la exposición.
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De hecho, la preventa de 150.000 entradas, más que en ningún otra ciudad por donde ha pasado la muestra, les obliga a prorrogar su estancia en Madrid, el único sitio de España donde recalará la muestra, hasta el próximo 2 de abril. Dividido en nueve escenarios, la muestra comienza, como la aventura de Potter, con el sombrero seleccionador para situar a cada nuevo mago en el colegio Hogwarts de Magia y Hechicería; la segunda sala se abre con una réplica del Expreso de Hogwarts que lleva a la Galería de los Retratos.
Sorprenden lo pequeñas que son las primeras ropas de Potter, de sus amigos Hermione y Ron Weasley (hermano de los gemelos) o su rival en Hogwarts Draco Malfoy, y la autenticidad de objetos imposibles, como los Horrocruxes, que también están, a las diversas caras de Lord Voldemort.
Desde el principio, los escenarios y objetos mágicos hablan e interactúan con los visitantes, de modo que se puede sacar una mandrágora chillona de su maceta o lanzar la bola en un partido de Quidditch. Impresiona la cabaña del gigante Hagrid, con su enorme sillón, y sobrecoge la sala de las Fuerzas Oscuras, con los mortífagos y el propio Voldemort pendido del techo.
Termina el recorrido en el espectacular comedor de Hogwarts, con sus vidrieras y sus velas corredoras. Además, las salas están salpicadas con pantallas donde se proyectan fragmentos de las películas y una audio guía explica las «utilidades» de cada objeto, de las golosinas sobrenaturales a los periódicos animados precursores de internet.
Y por supuesto, las varitas mágicas que consiguen lo imposible sólo con pronunciar «Wingardium Leviosa».
EFE