Opinión

En el ciclismo se firman las grandes historias

“Las historias del ciclismo se escriben más allá de las carreteras, son más que eso, y hay hombres que están llamados por la gracia divina a inmortalizar su nombre a la eternidad”: Caballito de Acero

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Getty Images

Las historias del ciclismo se han escrito más allá de las carreteras, este deporte a simple vista podría parecer que solo se trata pedalear, pero no es así. Personas encima de un par de ruedas tienen la capacidad de cambiar el rumbo de la historia e inmortalizar sus nombres para la eternidad.

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Existe un viejo relato en Italia que todavía se mantiene en la memoria del pueblo, quizás ya no con tanta fuerza, pero que explica la importancia del ciclismo. En aquel tiempo pasado en el que se escribieron las páginas más hermosas de la épica ciclística, cuando la realidad se entrecruzaba con la epopeya, Italia se estaba recuperando de los estragos de la guerra y las carreras de ciclismo volvían al viejo continente después de que los europeos pasaran por sus horas más oscuras. Un viejo ciclista, en el ocaso de su carrera, todavía tenía un último cartucho, había parado su actividad deportiva por culpa de las balas y los cañones, pero siguió entrenando casi como si supiera que todavía no había llegado su último gran baile. Era el año de 1948, se corría la segunda edición del Tour de Francia después de la Guerra y el “viejo” pero astuto Gino Bartali acudía a la gran cita, exactamente 10 años después de ganar su primer Tour de Francia.

Mientras Bartali se encontraba en Francia, Italia era un hervidero y una guerra civil se vislumbraba en el horizonte. El 14 de julio de 1948, día de descanso en el Tour, el líder del Partido Comunista, Palmiro Togliatti, sufrió un atentado en medio de fuertes tensiones políticas. La historia cuenta, y quizás esto tiene algo de ficción, que el Primer Ministro italiano, Alcide de Gaperi, llamó a Bartali para pedirle que ganara el Tour de Francia y así calmar las aguas. Bartali no se comprometió a ganar el Tour, pero le prometió que ganaría la etapa que se correría al día siguiente. El 15 de Julio de 1948, Gino Bartali haría una de las tantas proezas por las que se le conoce en su vida, se adjudicó la camiseta amarilla ganando la etapa, recortando los más de 20 minutos que el francés Louison Bobet tenía sobre él. Durante los 274 kilómetros entre las localidades de Cannes y Briançon, ‘Il Ginettaccio’, como se le conoció al italiano, cabalgó con el futuro de todo un pueblo porque, lo que la política separa, el ciclismo une. Esta edición del Tour la terminaría ganando el italiano. A Fausto Coppi se le conoce por sus victorias en la carretera, pero Bartali se inmortalizó uniendo un pueblo y salvando vidas. También es cierto que Togliatti pudo recuperarse de las heridas de bala y pidió calma a sus seguidores, pero en la historia se dirá, como en los grandes relatos, que un hombre evitó un baño de sangre con sus dos piernas y un espíritu inquebrantable.

Hoy, cuando Colombia se enfrenta a una nueva crisis, un país que es en sí mismo una crisis, un joven Egan Bernal, de 24 años, los mismos 24 años que tenía Bartali cuando ganó su primer Tour de Francia, se encuentra en Italia librando una batalla contra él mismo, contra sus rivales y, aunque él no lo sepa, y nadie lo haya llamado, como tampoco es su responsabilidad, sobre sus piernas y su espalda descansa la tranquilidad de un pueblo tan necesitado de buenas noticias en estos momentos angustiantes. Como se dijo al comienzo de este texto, las historias del ciclismo se escriben más allá de las carreteras, son más que eso, y hay hombres que están llamados por la gracia divina a inmortalizar su nombre a la eternidad.

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