Lo que desnudó la pandemia

“La pandemia evidenció que la pobreza en Colombia es mucho mayor que la arrojada por las cifras oficiales. Sólo en Barranquilla, el 60 por ciento del trabajo está amarrado a la informalidad laboral. Y estamos hablando de una urbe que es vista por los colombianos como un polo de desarrollo económico de la costa Caribe y una de las más visibles del país”: Joaquín Robles Zabala

En esas noches en que Electricaribe nos deja sin luz, suelo mirar desde la terraza de mi apartamento ese cielo tachonado de estrellas, ese otro océano de luces titilantes que se alza por encima de nuestras cabezas y preguntarme por enésima vez si es posible que exista vida, como la conocemos, más allá de esta bolita de barro compacto que llamamos Tierra. Mi inquietud tiene su asiento, por un lado, en mi eterna duda sobre los principios bíblico de la Creación y, por el otro, en ese axioma incuestionable de que todo lo que nace tiene, necesariamente, que morir. Hoy, la virosis que aqueja a Colombia y al planeta nos hace reflexionar sobre la importancia de la vida y la necesidad de cambiar los hábitos de consumo que las sociedades incentivan desde los medios de comunicación y la supuesta creencia en un desarrollo que no nos hará mejores personas, pero que sí logrará prolongar (para algunos) unos años de su existencia.

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La ciencia tiene entre sus objetivos, sin temor a equivocación, hacer que la vida de los hombres sea menos sufrida, un poco más larga y más cómoda. Cada vez que ingerimos una cápsula para el dolor de cabeza, cada que leemos la noticia de una cirugía practicada a un niño en el vientre materno, cada vez que vemos la señal televisiva en directo de un evento que se lleva a cabo al otro lado del mundo, no nos quedan dudas de la importancia de la ciencia y la tecnología en las sociedades. La NASA, en asocio con otras agencias espaciales del planeta, invierte cada año en la exploración del espacio exterior cientos de millones de dólares con la esperanza de encontrar vida en la Vía Láctea y otras galaxias. Ésta agencia ha creado máquinas capaces de ir más allá de nuestro sistema solar y explorar y fotografiar la superficie de planetas lejanos, la panorámica y fascinante unidad cósmica de lugares que apenas podemos imaginar

Sin embargo, cuando la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO, publica un informe en donde nos dice que en el mundo hay más de 1000 millones de personas pasando hambre, la pregunta que me asalta es: ¿cuál es el propósito de saber si existen otros sistemas solares llenos de vida si la vida existente en nuestro planeta nos importa un carajo? No me caben dudas de que la virosis que azota hoy al mundo ha disparado esta cifra que, sin meterle más estadísticas, es aterradora. Uno los principios básicos del sostenimiento de la vida es la alimentación. Un informe de la FAO de hace tres años, nos dejó ver que una de cada nueve personas (821 millones, para ser exacto) pasa hambre. En los últimos tres, el problema ha aumentado de tal manera que el mundo alimentario ha retrocedido a la situación de hace una década. Es decir, que, de cada nueve personas, 1.8 no ingiere una sola comida en el día. En América Latina y África, las regiones más desiguales y menos equitativas del mundo, los números van en aumento. Casi 50 millones de personas en Centro y Suramérica pasan hambre, y más de 20 millones se subalimentan. La obesidad, como una virosis, ha alcanzado niveles de pandemia, producto de los malos hábitos alimenticios en una región en donde la tasa de corrupción política es una de las más alta del planeta, según el último informe de Transparencia Internacional.

En Colombia, la situación es alarmante desde hace dos décadas, pero las autoridades parecen desviar la mirada para otro lado. Cada año, sólo en una región como La Guajira, más de cuatro mil niños mueren como resultado de la alta desnutrición y de enfermedades prevenibles. Entre 2005 y 2014, según Paula Escobar, directora de la Fundación Éxito Colombia, 15.300 niños fallecieron en el país por desnutrición, enfermedades diarreicas y respiratorias. La tasa de muertes en adultos mayores es aterradora: 108. 3 por cada 100.000 adultos mayores, resultados que se presenta por la falta de consumo de alimentos y de enfermedades prevenibles.

La pandemia evidenció que la pobreza en Colombia es mucho mayor que la arrojada por las cifras oficiales. En Barranquilla, sólo para mostrar la punta del iceberg, el 60 por ciento del trabajo está amarrado a la informalidad laboral. Y estamos hablando de una urbe que es vista por los colombianos como un polo de desarrollo económico de la costa Caribe y una de las más visibles del país. Si esto ocurre con la llamada Puerta de Oro, la pregunta obligada es ¿qué puede estar pasando en el resto de Colombia?

No es fortuito, pues, que la virosis esté causando tantos estragos en esta ciudad, que los niveles de contagio crezcan a diario como la espuma de una cerveza recién destapada y que haya tanta gente pidiendo dinero en las calles, esquinas y semáforos –violando la normatividad impuesta desde la alcaldía– y otras vendiendo dulces y otros productos para no llegar a ese estado de ignominia que es la mendicidad.

Cuando Electricaribe nos deja sin energía en esas noches en que brillan como diminutos diamantes esas luces en la descomunal bóveda que llamamos cielo, me imagino lo maravilloso que sería descubrir vida (como la conocemos) en esos apartados rincones del universo. Me imagino yendo a casa de mi antigua maestra de religión para decirle que su Dios es sólo una ilusión cultural, un mito, como lo ha afirmado Mircea Eliade y otros grandes maestros de la filosofía. Pero luego pienso que el hombre mismo es una peste: donde quiera que va arrasa con la vida y convierte oxigenantes bosques en desiertos, lleva consigo enfermedades y se constituye en foco de muerte, como lo hicieron, hace cinco siglos, los europeos cuando pusieron su bota militar en tierra precolombinas.

POSDATA: No deja de ser de tarados culpar a los mototaxistas y vendedores ambulantes que murieron en Tasajera cuando intentaban abastecerse de gasolina del camión cisterna siniestrado. Eso, por supuesto, es mirar con un sólo ojo, y de paso culpar a los pobres de su pobreza, no al Estado negligente.

En Twitter: @joaquinroblesza/E-mail: robleszabala@gmail.com

(*) Magíster en comunicación.

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