Opinión

Duque, entre el desastre y la historia

“¿Va el país camino del mayor desastre económico y social de su historia? Si no se corrige el rumbo, sí. Y hay cómo, el problema es que quien tiene la sartén por el mango seguramente no lo hará”: Melquisedec Torres

¿Va el país camino del mayor desastre económico y social de su historia? Si no se corrige el rumbo, sí. Y hay cómo, el problema es que quien tiene la sartén por el mango seguramente no lo hará.

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Se llama Iván Duque Márquez. Tiene 43 años, es abogado, es el Presidente de la República.

Nadie más que él puede tomar las decisiones que se requieren para evitar un mayor desastre nacional. El modelo de país que tenemos es altamente concentrado en el poder presidencial: simboliza la unidad nacional y es simultáneamente Jefe de Estado, Jefe del Gobierno y Suprema Autoridad Administrativa:

Hasta ahora sus medidas parecen haber logrado una adecuada contención sanitaria de la pandemia. Eso sí, a un costo enorme, brutalmente deficitario para el presente y futuro de la Nación, con imprevisibles consecuencias sobre todos los sectores, incluyendo la salud que hoy se ha privilegiado al máximo. Y al haber enfrentado una momentánea rebelión de los nuevos dictadores locales – los alcaldes y gobernadores liderados por la de Bogotá – cedió parte de sus facultades constitucionales y legales y dejó en manos de estos el grueso de las disposiciones de orden público que terminaron convirtiendo en guetos y áreas prohibidas, cerrados al resto del mundo, muchos municipios. Y dentro de estos mismos se impusieron decretos más que draconianos, abiertamente violatorios de los más elementales derechos civiles, pese a que más del 70% de pueblos no ha registrado hasta hoy ningún caso de contagio.

Duque, pese a que vivimos en un Estado sujeto a la democracia y a la separación de poderes, cuenta con todos los instrumentos a su alcance, con algunas pocas limitaciones, para hacer frente al inmediato y medio futuro de Colombia. Luis XIV, el Rey Sol, hubiese querido tantas potestades para épocas de crisis.

Si bien las facultades de emergencia en teoría se estrellan con restricciones constitucionales, la pandemia ha demostrado que los hechos superan el espíritu de las leyes.

¿Pero por qué afirmar que vamos camino inexorable al desastre? Porque Duque no ha demostrado tener la personalidad o carácter suficiente para asumir el riesgo de cambiar el orden establecido y pasar a la historia con ello. No hay señales de que sea capaz de apretar al sistema financiero, no para estrangularlo sino para restarle poder y redirigirlo como un muro para contener la hecatombe económica y social; forzarlo a bajar las tasas, a reducir al máximo, y a largo plazo, los costos a los usuarios, a asumir con cargo a sus exorbitantes ganancias buena parte de los daños que ya se padecen. No se percibe a un Duque con el criterio para golpear los enormes privilegios que tanto nos cuestan a los contribuyentes: las altísimas pensiones que ya pagamos por más de $43 billones anuales (más del 60% para los más ricos), los grandes salarios oficiales y sus gabelas en los niveles de más arriba, los gastos superfluos e innecesarios que siguen inamovibles en los presupuestos estatales. El 62% del presupuesto nacional de 2020 ($170 billones en ese rubro) es solo para funcionamiento; ahí se pueden hacer grandes recortes sin pasar por el Congreso o liderarlos con un previsible respaldo ciudadano.

Nos encaminamos a una caída del 5% o más del PIB (un totazo de más de $65 billones) y un desempleo que puede saltar ya a más del 20%, con una informalidad que hace rato supera el 50%. Ecopetrol, nuestra caja mayor, ya muestra signos alarmantes; la caída del consumo será la del IVA, del que en 2019 ingresaron $37 billones; el desempleo y menor actividad económica ahogará la retención en la fuente, con $52,7 billones el año pasado al igual que el comercio exterior, que representó $26,3 billones.

Es Duque quien tiene las riendas de la economía, en parte con el Banco de la República que racionalmente no podría oponerse a medidas de la mayor urgencia. Su gobierno, que pasó más de 18 meses sin un rumbo claro ni una agenda concreta, tiene ahora el más grande reto de la historia reciente. Debería inspirarse en Roosevelt y su New Deal en los años 30 de la Gran Depresión, que no solo sacó a Estados Unidos de la bancarrota sino que lo llevó a la victoria en la II Guerra Mundial y al liderazgo mundial.

Lo que haga o deje de hacer Duque no solo lo marcará de por vida sino que fijará el destino nacional por lo que falta de esta década. O más.

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