Hay quienes por profesión cazan libros. Son detectives bibliográficos que rescatan tesoros de papel. Quijotes que, movidos por pasiones antes que por lucros, detectan joyas perdidas entre el polvo de anaqueles, baúles y estantes.
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Esta historia tiene por protagonista un manuscrito aparecido hace semanas dentro de una de aquellas gemas, y como ‘médiums’ a dos de dichos personajes. Cabe remontarnos a 1913, cuando un etnólogo alemán de nombre Konrad Theodor Preuss vino a Colombia. Uno de sus propósitos –eso decían las recomendaciones que trajo– era adelantar ‘excavaciones científicas’ en San Agustín (Huila).
Por más que algunos académicos, burócratas y entidades responsables del patrimonio arqueológico colombiano insistan en refutarlo, es confirmado que Preuss optó por llevarse, quizá con intenciones nobles, pero de todas maneras ilícitamente y en las narices del Gobierno Nacional, de la aduana, de las leyes vigentes y de quejas interpuestas por autoridades locales, más de treinta esculturas precolombinas del antiguo pueblo escultor allí residente con destino al Museo Etnológico de Berlín, donde aún duermen el sueño de los olvidados.
Las pruebas documentadas están disponibles y en poder de la Cancillería y de otros organismos estatales. Algunos consideran justo –yo entre estos–solicitar de manera gentil aunque urgente a nuestros hermanos y amigos alemanes la repatriación de tales estatuas a su suelo de origen.
El año pasado tuve la fortuna de conocerlas. Lo mismo, con mayor rigor investigativo, hizo David Dellenback en 1992, cuando les sacudió el polvo de siete décadas, porque nadie había ido a saludarlas desde la expatriación. Las almacenan en bodegas. Bien preservadas, sí. Pero lejos de su hábitat, junto a una selección maravillosa aunque oculta de objetos del mundo antiguo que han corrido con idéntica suerte… medio arrumadas y aisladas de quienes concurren al mencionado museo.
La causa ‘repatriacionista’ sigue tejiéndose eslabón a eslabón, y es aquí donde entran a escena nuestros dos amigos, Pablo Rodríguez (licenciado en filosofía y lengua castellana) y Daniel Rojas (politólogo), fundadores de La Cofradía, un proyecto que fusiona el amor por las rarezas bibliográficas y los libros viejos con la promoción de actividades de lectura y de fortalecimiento y apoyo a bibliotecas comunitarias en vecindarios bogotanos, la mayoría marginales.
Hace algunos meses, al revisar ambos un lote de textos de esos que suelen comprar por centenares, apareció dentro de algún libro, junto a un tratado de arqueología agustiniana, una geografía colombiana de principios de siglo, una edición temprana del Mein Kampf de Hitler y de otros textos germánicos, una carta fechada en enero 9 de 1913 y firmada por Preuss, quien en esta manifiesta a un tal ‘Gerden’ la intención de adquirir unos terrenos en ciertos latifundios cercanos a San Agustín conocidos como Tapias, donde sospechaba la existencia de yacimientos arqueológicos ‘explotables’.
Quiera el destino que esta misiva sea objeto del debido interés por parte de las entidades del caso, de coleccionistas curiosos, de museos y de los demás individuos y organizaciones eventualmente interesados en la adquisición y preservación de dicho documento. También que su hallazgo contribuya a la financiación de futuras iniciativas alrededor de las mencionadas bibliotecas comunitarias, tan descuidadas por la presente Administración Distrital. Pero, sobre todo, que sirva de llamado desde la otra dimensión para que el espíritu culposo de Herr Preuss ayude a impulsar el retorno de las estatuas a su tierra y a nosotros a promoverlo. Hasta el otro martes.