¿Qué entiende usted por voluntad?

Hace seis años se me acercó a hablarme un tipo con una camiseta blanca, una sonrisa inmensa y un montón de papeles: “quiero invitarte a construir viviendas de emergencia junto a familias que viven en situación de pobreza”, dijo. Yo, cínica ante los movimientos sociales y apenada de que se me acercara un extraño con tanta motivación, le agradecí y guardé el papel con información en el bolsillo. Él me sonrió y cuando se iba, vi que en la espalda de su camiseta tenía escrita la palabra voluntario, clara y llamativa. Por cosas de la vida terminé aceptando la invitación. No voy a decir mentiras, fui bastante escéptica. La idea de un montón de jóvenes reunidos me hacía pensar en la posibilidad de que creyeran que cantos, bailes, desorden y una vivienda de madera salvarían el mundo.

Para hacer la historia corta les cuento que en esa construcción sí hubo cantos, bailes, desorden y más de cien viviendas construidas junto a quienes vivirían en ellas. Lo determinante fue que derribé la barrera de los prejuicios escuchando a tantos jóvenes compartir con profunda convicción lo que veían como su rol de ciudadanos y propósito de vida: no salvar el mundo, pero sí transformarlo. Jóvenes voluntarios tomando la decisión consciente de hacer del fenómeno de la pobreza y de los asentamientos informales un dolor propio, un desafío de toda la sociedad y no sólo de quienes los habitan. Sin dudarlo me sumé a esos voluntarios.

Querido lector, hablar de TECHO es hablar de juventud. Sin embargo, le pido que si juventud para usted es sinónimo de irresponsabilidad, inseguridad o rebeldía, busque otra vez en su diccionario personal. Piense en jóvenes que aprovechan la fortuna y la oportunidad de trabajar hombro a hombro con líderes comunitarios; que descubren que es más satisfactorio madrugar un domingo para ir a una comunidad que irse de fiesta un sábado; y que se movilizan frente a la injusticia que viven millones de personas. Asimismo, lo invito a incluir en su diccionario personal características como el ímpetu, la energía inagotable y, quizás la más relevante, la capacidad de hacer posible lo imposible.

Afortunadamente, las cualidades mencionadas no son patrimonio del voluntariado de TECHO. Contamos con una juventud que se hace presente cada vez que nuestra sociedad necesita despertar, cuestionar y movilizarse. No es casualidad que en Chile fueran jóvenes quienes demandaran una reforma educacional que revolucionó toda Latinoamérica; o que en Colombia fueran jóvenes quienes protegieran de rencores personalizados la paz que su generación nunca vivió; o que tras el terremoto en México, los jóvenes no requieran de ninguna convocatoria para ofrecer y organizar su voluntad incansable ante la emergencia de miles de personas en su país.

Los voluntarios no somos héroes, no creemos serlo y sabemos que tenemos el deber de no ponernos nunca en ese rol. En cambio, sin duda, somos ciudadanos. El trabajo conjunto de líderes comunitarios y voluntarios es un recordatorio permanente que ser ciudadano es más que salir a votar en una elección. Otra definición para el diccionario personal: ser ciudadano es buscar la transformación social desde el lugar en el que estamos y motivar a otros a ejercer activamente su ciudadanía.

Desde 1997, TECHO ha actuado como un canal para movilizar ciudadanos y hoy, con presencia en 19 países de Latinoamérica, celebramos la movilización de más de un millón de voluntarios que han compartido luchas junto a miles de personas en asentamientos informales. Celebramos la expresión de una ciudadanía comprometida que hace tiempo cruzó fronteras nacionales y es portavoz de la causa de superar la pobreza. También agradecemos la paciencia, el amor y el compromiso de cada voluntad que se ha unido a TECHO.

Gracias al millón de voluntarios movilizados sabemos que la juventud nunca ha sido el futuro, porque desde hace mucho está en la tarea de construir un presente más justo para todos.

Por: María Camila Salcedo Ortiz
Directora Nacional de Formación y Voluntariado I TECHO Colombia

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