Yo lo veo y me recuerda a un actor de hace años en la televisión colombiana que salía siempre en la sección ‘Hoy con’ de varios seriados. Lo vi en Musidramas, lo vi en Decisiones, lo vi en Corazones de fuego, lo vi en El hombre de las dificultades… lindos recuerdos que ocupan la cabeza y que son los culpables de resignarme a nunca tener Netflix. Cuando veo a Gregorio Pérez me acuerdo de un actor que se llamaba Argemiro Castiblanco. Son muy parecidos, pero solo físicamente. Cada quien tomó su propio destino y el del uruguayo me alegra de verdad.
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Me alegra, digo, porque aplaudo a esas personas a las que no les gusta que alguien les esté metiendo permanentemente las manos en los bolsillos para saber qué tiene y qué le falta. Me gusta la manera de ser de Gregorio Pérez porque entiende que cada quien tiene que estar dedicado a su propia labor sin que el resto se inmiscuya inoportunamente. En el Deportes Tolima sintió eso: que Gabriel Camargo decidía correr el alambre de púas un poco más de lo que se acostumbra y decidió, en dos jornadas dirigidas, irse de Ibagué porque, aparte de tener que soportar las sugerencias del dueño, también debió ver cómo en pleno entrenamiento no había agua para los futbolistas.
Pegó el portazo sin asco, sin miedo y se fue sin pensar –como alguna vez lo hemos hecho todos, a mí hace años me pasó– que hay que aguantar ciertas cosas porque el trabajo es importante y pues el desempleo es un poco la invitación a perder la cabeza y, de paso, la vida. No. Pérez es sólido y se devolvió con sus corotos a Uruguay.
Es buen entrenador, muy bueno: cada vez que le dieron un equipo lo sacó adelante primero, ordenando la estantería trasera, la que acompaña al tendero. Solamente una vez lo vi sin tanta brillantez: en Independiente de Avellaneda, aunque –y eso es bueno aclararlo– desde el 90 para acá solamente tuvo cinco técnicos campeones –me niego a usar Google para esto, así que esperaré la fe de erratas–: Jorge Solari, Miguel Brindisi, Miguel Ángel López, Américo Rubén Gallego y Antonio Mohamed.
Pero en el resto de clubes le fue bien o dejó una buena imagen sin necesidad de ser campeón (con Peñarol lo fue varias veces), pero pienso en clubes como Olimpo y Argentinos, en los que el recurso escaseaba y entonces el recurso era él y se inventaba unas maneras efectivas e incluso vistosas para jugar con lo que le daban.
Con Santa Fe, mejor imposible, porque más allá de que esta no sea la nómina más rutilante de Santa Fe en los últimos tiempos, es buena, bastante. O sea, hay recurso. Y él además también es recurso: el fixture se lo programó el enemigo porque le tocó comenzar de visitante contra Fuerza Amarilla en Ecuador y jugando no tan bien sacó un empate valioso. En la liga, de inmediato, debió hincar diente a Nacional y Millonarios y no se quedó sin colmillos.
Luego una pausa con Envigado y otra vez un reto duro que es jugar en Neiva a las 3:15 de la tarde. Por ahora su balance es intachable: 12 de 12, cero goles en contra y esa sensación de que Gregorio Elso Pérez quiere más y sabe cómo hacerlo.