No son pocas las veces que nos quedamos en blanco, desde momentos en los que los nervios nos atacan y bloquean cualquier idea hasta aquellos en donde parecería que la inspiración se esconde como cuando tenemos que escribir un mensaje importante o algunas líneas para nuestro trabajo. En otros momentos nuestra atención se pierde y se disipa por completo como si estuviésemos totalmente desconectados del mundo en que vivimos.
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Estos son resultados involuntarios, que pueden ser contraproducentes para lo que estamos haciendo en nuestro día a día, son el resultado de no tener control de nuestras emociones, pensamientos y/o atención, dejándonos en blanco muchas veces cuando más claridad necesitamos.
El problema no está en quedarnos en blanco, sino precisamente en el hecho de que esto sea un acto totalmente involuntario, porque si tuviésemos el hábito de quedar en blanco durante un instante del día, cada día, lograríamos fortalecer nuestra atención y concentración, nuestras ideas serían más claras y nuestras emociones no resultarían tan complicadas como muchas veces nos resultan.
Darle una pequeña parte de nuestro día de manera consciente al ahora, a este preciso instante, tratando de no pensar en nada más que en lo que estamos sintiendo durante ese breve instante, en lo que nos rodea, en donde estamos y cómo es aquello que nos rodea es la manera controlada de quedar en blanco.
Basta con estar unos pocos minutos al día en blanco para que podamos tener cambios profundos en nuestra manera de ver y vivir la vida, en nuestro estado de ánimo, nuestro nivel de concentración y, sobre todo, una disminución notable del nivel de estrés que manejamos.
Algunos le llaman meditación o mindfulness, pero muchas veces las etiquetas solo confunden y alejan, por eso prefiero pensar en esto como un momento que nos dedicamos para nosotros, con todo lo que somos, todo lo que nos rodea y poder así, simplemente, enfocarnos en el presente, en el aquí y el ahora, para que se convierta en un instante que aclare nuestra mente y nos revitalice, soltando el control que queremos tener sobre lo que nos rodea para volver a tenerlo sobre nosotros mismos.
Y que ese control nos permita tomar decisiones desde la sensatez y no desde el orgullo, opinar desde el conocimiento y con criterio en vez de simplemente atacar o juzgar, o valorar lo realmente importante de nuestro día y no perdernos en distracciones que no traen nada bueno al largo plazo para nuestra vida. Pero para eso, necesitamos dedicar unos instantes para contemplar la página en blanco que es cada momento en el día a día.