Me imagino que cada cagada de un Tiranosaurio Rex debía ser algo fétido, desagradable, gigante e inolvidable, así como la que me mandé en mi última columna.
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Y ni siquiera esta columna que escribo hoy servirá como disculpa para aquellas personas que se sintieron heridas con lo que escribí. Con ellos encontraré el momento para pedirles perdón en la cara, como se lo merecen. Así como debí conversar el tema sobre el cuál escribí, en persona.
Pequé, porque asumí que algo a lo cual yo no le doy importancia alguna -por considerarlo trivial, tan banal y fútil- tampoco le darían importancia los protagonistas de mi texto. Me equivoqué. Y no alcanza con mandarse la cagada y pedir perdón como si nada hubiera pasado. Esta vez perdí más, mucho más de lo que gané.
Puedo, pero no debo escribir sobre cualquier cosa con la actitud de quien sabe que no sufrirá consecuencias. Pensé que ese sería el caso, y cuando me encontré con las lágrimas de mi mamá decidí –de inmediato- eliminar el texto que ya estaba al aire. Y con eso me planteo que en este momento en que tengo la bendición de tenerla viva, me importa más su tranquilidad que mi carrera como escritora.
Y sin embargo entiendo el trabajo que mi error implicó para Publimetro, que ya tenía la columna lista para imprimir en el periódico del día siguiente. Lo que hice no lo hace un profesional, pero el hecho de que me hayan ayudado eliminando el texto del portal y no imprimiéndola deja muy claro para mí que estoy en el lugar correcto, porque tienen corazón. Y además me enseñaron algo que yo no conocía, el concepto de autocensura. Oh, sí. Existe y me aplica a mí también…
Siempre escribo sobre mí misma y me meto en mis textos como testigo, como quien padece lo que critico. Hago crítica social porque quiero cambiar el mundo. Nunca había tenido un problema con ninguno de mis textos, jamás a este nivel. Y yo -que nunca me arrepiento de nada- comienzo a preguntarme si me arrepiento de haber publicado esa columna que únicamente fue exitosa hiriendo a personas que solo han sido amorosas y generosas conmigo.
Sigo pensando lo mismo que pensaba la noche en que escribí este texto, pero ahora estoy convencida de que la forma en que lo hice fue la peor que se me pudo ocurrir. Me arrepiento de haber herido a quienes más me quieren. Me arrepiento porque ahora no voy a poder sonreír cuando los vea, porque ahora voy a sentir vergüenza por haber sido tan bruta. Tan irremediablemente bruta.