No jugar mal no siempre galvaniza el resultado. Jugar apenas regular, pasando con 3 raspando, es suficiente como para echarse tres puntos en la canasta del mercado. Y Millonarios, que últimamente juega casi que de tres puntos hacia abajo (sobre 5), empezó el examen en el Palogrande como para sacarse un 4,9, pero solitos se fueron restado calificaciones hasta terminar rajándose en este examen que no era menor: se desperdició la posibilidad de no depender únicamente de estar en Bogotá para ayudar a sumar puntos de clasificación.
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Todo se definió en fallos cortesía de la casa azul. Así de simple. Es de esos juegos que uno mismo pierde. Y el rival, que no es bobo, hace lo clave, que es sacarles provecho a las fallas humanas. Con eso es suficiente: con dar esos zarpazos ante la inocencia del que se equivoca, cualquier victoria se justifica. Por eso estuvo bien que el Once Caldas ganara. Porque jugando con más bien pocas herramientas lo suficientemente brillantes, supo extraer petróleo a las piedras. Bueno, también ayudado por Michael Ortega, la figura por su juego y por los goles, y por un hombre del que poco se habló pero que se jugó un partido muy bueno: Elkin Soto.
Pero vale la pena regresar al núcleo, a la raíz, a la semilla cuando nos da por hablar de los yerros que condenan a los equipos de fútbol. Es una cadena que casi siempre va bien eslabonada. Por eso, aunque Millonarios dominó en general su encuentro frente a Once Caldas, se llenó de extravíos propios. Y cuando eso abunda en un juego, es complejo caer en la tentación de decir que se jugó bien.
Porque en el primer gol los ojos se quedan indefectiblemente en la postal de Vikonis, muy lento en reacción ante un remate esquinado pero tampoco inatajable. Y aunque esa clase de momentos son los que a veces definen los porteros normales a los extraordinarios, el uruguayo no contaba con que Jair Palacios, su compañero de zaga, jugara muy mal una pelota de salida que terminó un par de segundos después en los pies del verdugo Ortega. Es decir, todo mal.
En el segundo gol, Ortega de nuevo es figura porque mete un cabezazo siendo seguramente el más petiso de los que estaban parados en el área. Duque, su referencia, falló y el volante no tuvo tampoco apoyo.
Los errores no solo son defensivos: Riascos, un jugador de gran técnica, pero que a veces parece necesitar un empujón, siempre trata de esquivar todo lo que vea en su camino. En Palogrande se esquivó incluso a él mismo. Un par de opciones dilapidadas y la elección inadecuada justo cuando solo parece haber un camino adecuado ha hecho que sus acciones bajen. Un amigo periodista decía que Riascos es como el que hace empanadas: hace una pero se come cinco. Del Valle tampoco está en su momento más competente, como para completar la situación.
Por eso reclamar el penal de Machado –fue penalazo– puede llegar a dar pena. Porque antes de sacar el martillo para pegarles a los que se equivocan afuera, habría que pensar en algunos disparates que comete Millonarios por dentro y que lejos están de ser cuestionados.
*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.