Estar cerca de morir es solo el fin del mundo. Vivir es lo complejo: las relaciones humanas, las decepciones, el miedo, la eterna lucha por ser libres, la familia. Tres canciones: Home Is Where It Hurts, de Camille; The Show Must Go On, de Queen, y Os Bons Morrem Jovens, de Legião Urbana. El primero hace parte de la película Juste la Fin du Monde, la más reciente joya de Xavier Dolan, un tema que se puede interpretar como una visión de la casa como cárcel, de la que se intenta escapar, pero la cual es imposible borrar, como un pájaro enjaulado que intenta huir, pero muere sin ser libre. El segundo tema, el de Queen, no está en la película, pero no pude evitar asociarlo con ella, como ese intento de redención cuando se sabe que está cerca el final y desde el dolor se le dice al mundo que todo sigue. Renato Russo es el intérprete del tercer tema musical, él, “bom” también, murió joven y por la misma razón que Freddy Mercury y que el dramaturgo Jean-Luc Lagarce, que escribió la historia que retoma Dolan para el cine.
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La maestría con la que Dolan dirige su más reciente película agobia al espectador, al punto que la tensión que se llega a sentir, enamora, confunde y obliga a explorar los recuerdos más sinceros y ocultos. El escenario no puede ser más íntimo: la casa de la familia del protagonista, Louis (Gaspard Ulliel), que vuelve tras 12 años para contar que está a punto de morir. La relación con su madre (Nathalie Baye) y su hermano Antoine (Vincent Cassel) abre las heridas, que se hacen profundas con el tiempo y que permiten reflexionar sobre conceptos como el amor, la libertad y el rencor. El reparto no podría estar mejor complementado con la talentosísima Léa Seydoux, que como la hermana menor, Suzzana, interpreta a una joven confundida entre sus sueños, deseos y recuerdos.
Un párrafo aparte merece Catherine, Marion Cotillard, por ser la dulce y hasta aparentemente tonta esposa de Antoine. No se trata apenas de su interpretación, sino del rol que cumple en la película, porque aquí es cuando el espectador entiende que el lenguaje que más transmite es el no verbal y que el preámbulo que montó el protagonista para contar que iba a morir solo lo entendía la única persona que no conocía, su cuñada. Y allí está lo maravilloso del cine, que se logre reflejar ese lenguaje no verbal en medio de la bulla, de la sordidez de algunas escenas, que las miradas cuenten más que los gritos, incluso cuando ambos están presentes.
Xavier Dolan es un niño genio de 28 años que ya conquistó al mundo con Mommy y Lawrence Anyways. Ahora con Juste la Fin du Monde vuelve a influir en el espectador para que se cuestione sobre su propio mundo con momentos de amor, con discusiones, con despedidas, con luchas, con recuerdos, todo como parte de lo que significa vivir y también aprender a morir. Dolan sabe combinar de manera única las imágenes y la música, por eso es imposible evitar escapar con sus canciones, y con otras, para apasionarse con cada escena, a tal punto que algunos, como yo, nos hacemos la misma pregunta que el protagonista: ¿cómo contaría que se está a punto de morir, si al fin y al cabo es solo el fin del mundo?
Por: Mauricio Barrantes / @mauriciobch