Cuando pienso en “la primera piedra”, lo primero que viene a mi mente es la creación de algo, un nuevo inicio, pero también es inevitable pensar en aquella frase popular “quien este libre de pecado que tire la primera piedra”. Y al analizarla con un poquito de detalle, encuentro que tiene un sentido que tal vez hemos pasado por alto.
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Gracias a las noticias, constantemente nos damos cuenta de que las cosas no van muy bien en el mundo: desigualdad, corrupción, violencia. Y aunque la escala y/o el contexto puede cambiar, la esencia de lo que sucede es exactamente la misma, incluso hay noticias en las que cambia el protagonista, pero hasta sus discursos son los mismos. Del mismo modo, las reacciones de las personas parecen ser las mismas: aparece la indignación excesiva y emanan los expertos que critican y los jueces que califican o mejor descalifican todo, pero ¿son los indicados para tirar la primera piedra?…
No hablemos de pecado, ya que creo que es una palabra demasiado subjetiva, pero sí pensemos realmente qué autoridad moral tienen aquellos que juzgan para calentar los ánimos o los que solo reaccionan indignados ante determinada situación, pero realmente no van nunca más allá de todo esto.
El político que habla de la corrupción solo para aprovechar el momento de caerles a otros mientras se descubre su propio error, o el delincuente que no teme atacar porque siente que las consecuencias no lo alcanzarán son tan solo un par de ejemplos de esos ciclos que se repetirán hasta que la indignación no vaya un paso más allá. Y no hay que estar libre de pecado, ser puro o santo para hacerlo, basta con decidir proponer un cambio y actuar en consecuencia a este.
Basta con querer estar libre de ignorancia para empezar a preguntarse cosas de fondo y no de forma, para empezar a dejar de tragar entero. Basta con querer dejar de creer que cada uno es dueño de la verdad absoluta, para empezar a construirla con el apoyo de todos; basta con empezar a vivir la vida siendo protagonista, en vez de solo ver los días pasar esperando que otros te digan qué pensar, sentir e incluso opinar.
Tal vez nadie esta libre de “pecado”, es cierto, pero sí podemos dejar de tirarnos piedras para atacarnos unos a otros y empezar a aportar para ser parte de la solución, de manera que se puedan romper esos ciclos en los que todo se repite una y otra vez. Podemos dejar de lado todo aquello que nos limita y empezar a construir –con esas piedras– grandes obras.
Seguramente creas que en el mundo las cosas no van muy bien, pero vale la pena que dejes por un instante de juzgar lo que ves afuera y te preguntes: ¿cuál es la base fundamental, la piedra angular, sobre la cual has construido tu vida?, ¿acaso actuar como juez, crítico y verdugo de todo te ha ayudado a construir algo?
Es tiempo de construir, desde tu vida, con tu ejemplo –y no tan solo con tu indignación–, esa vida que tanto te gustaría ver.