Opinión

¡Año nuevo, mundo nuevo!

El 2017 va a ser fundamental para la lucha por los derechos de la comunidad LGTBI en Colombia y el mundo. Análisis de Juan Carlos Prieto García.

¡Qué época! Hoy cuando el mundo y los medios de comunicación están felices haciendo los respectivos resúmenes de los acontecimientos más importantes del 2016, donde todas las revistas de moda están con las cábalas y las premoniciones; y cuando estamos a días quizá de un nuevo orden mundial con la presidencia de Donald Trump en Estados Unidos, muchas de mis preocupaciones salen a flote.

Y aunque el mundo avanzó notoriamente con noticias alentadoras que llenaron de orgullo nuestro corazón, como la participación de deportistas abiertamente “LGBTI[1]” en los Juegos Olímpicos de Brasil, las apuestas televisivas de Netflix con personajes transgénero, gays, lesbianas o bisexuales impresionantes, emotivos, reales, poderosos y alejados de los imaginarios típicos, aún el camino es largo y como dirían por ahí: retrechero.

Comenzamos el 2016 con la trágica e increíble noticia de la masacre de cincuenta personas en la discoteca Pulse de Orlando, Florida; muchas voces nos unimos en el rechazo a estos actos que parecían premonitorios a un año bastante complejo, por decirlo de alguna manera decente.

En nuestro país las cosas se pusieron feas: Colombia se polarizó en torno a la paz y en donde uno de los principales temas del debate fue el reconocimiento a la diversidad sexual en el marco de la guerra y nuestras víctimas; las famosas “cartillas anti natura” del Ministerio de Educación fueron otras de las protagonistas de ese ajetreado 2016 que desencadenó, por la desinformación de muchos opositores, una andanada de marchas multitudinarias en varias ciudades con mensajes desalentadores y grotescos en contra de Gina Parody. Nuestra ministra fue víctima de uno de los peores hostigamientos que he visto en mi vida. Su orientación sexual pasó a ser primera plana de las discusiones técnicas sobre el asunto. Y así digan lo contrario, precipitó su salida en un momento político complejo en torno a la paz.

Continuaron los casos de violencia sistemática a mujeres y niñas que incluyó por supuesto la generalizada e histórica violencia a mujeres transgénero en diferentes plazas de nuestro territorio, muertes y odio en torno a ciudadanas que “incomodan” a las personas que las ven como no gratas en sus barrios y su vida cotidiana.

También continuó el ataque a la “madre de los LGBTI[2]” en el país: Alba Reyes, quien vivió en carne propia lo que la homofobia le hizo a su hijo: Sergio Urrego. En la Costa Atlántica vivimos momentos abrumadores con la propuesta de un político cartagenero que pretendía prohibir la Marcha del Orgullo en su ciudad y con ello frenar el derecho que tenemos las personas diversas a movilizarnos en nuestro país, afortunadamente un hecho que no tomó mayor fuerza gracias al anticipado y muy pertinente trabajo de la ciudadanía.

Muchos políticos abanderaron propuestas “anti gay” desde la diputada cristiana Ángela Hernández de Santander hasta nuestra «Honorable Senadora» Vivian Morales que emprendió la defensa de un tipo de familia hegemónica que no corresponde con la realidad de nuestro país y, diría yo, del mundo. Lo grave del asunto está en que su fabulosa idea va cogiendo fuerza de tal forma que nuestro venerable Congreso está a punto de aprobar lo que en términos de muchos sería el referendo más anti derechos que puede darse en un país que se auto reconoce como laico, social y de derechos.

¿Y ante este panorama qué nos espera en este 2017? ¡Vaya pregunta! Seguramente cosas descabelladas como el descubrimiento de la vacuna contra la homosexualidad, la campaña presidencial de algún ex Procurador, la prohibición del uso de la minifalda o inclusive el voto a homosexuales. Pero lo que sin duda más marcará este 2016 será las muertes de la Princesa Leiaa, David Bowie y George Michael. ¿Será el momento de despertar?

Por: Juan Carlos Prieto García // @jackpriga

[1] Ninguna persona puede ser LGBTI al mismo tiempo, el autor hace uso de este acrónimo familiarizándose con una tendencia en el lenguaje, pero todas las identidades que hacen parte del acrónimo son diferentes históricamente, en materia de apuestas políticas y en vivencias.

[2] Ibíd.

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