Esta foto es vieja. No solo porque tenga más de una semana de tomada sino porque la hemos visto tantas veces que ya parece del año pasado. Eso pasa con las historias sensacionalistas, les damos tanto palo que en unos cuantos días nos dejan agotados, como si en vez de espectadores fuéramos sus protagonistas. Habernos fijado tanto en el caso de Rafael Uribe no solo nos ha desgastado ni ha solucionado el problema de fondo, sino que ni siquiera nos ha dejado verlo.
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En un país de pobres, ser rico es también un delito, de ahí que el asesinato de Yuliana suene por todos lados. No solo le cobramos a Rafael Uribe lo que hizo, sino que recalcamos que él y su familia han estado llenos de privilegios. Eso es clasismo y lo estamos ejerciendo con toda, por eso sabemos poco de ella y mucho de Uribe, desde detalles de su vida que poco importan hasta testimonios de exparejas y personas que fueron alumnos de su padre, como si eso agravara el crimen. Este caso ha dejado en evidencia no solo los problemas de machismo, violencia sexual, inoperancia de la justicia y clasismo en que vivimos, sino que se nos ha presentado tan grande que no sabemos qué hacer con él, por eso nos fijamos en la noticia nueva de cada día y no en lo que la generó.
Pero a la foto, tomada en el Equus 66, donde encontraron a la víctima; la escena se sentía como un funeral, pero más incómoda, pues no había doliente. Los allí reunidos no sabíamos qué hacer, a dónde mirar ni a quién darle el pésame. El trancón de la carrera quinta, inusual para un lunes en la noche, anunciaba al menos desde diez cuadras antes lo que estaba pasando en la portería del edificio.
Cuando iba en camino no sabía bien a qué, pensaba que era un sinsentido llegar a un lugar donde el día antes había ocurrido de todo pero donde a esa altura ya no pasaba nada. Luego allí todo cobró sentido. La gente estaba ahí no a ver qué más pasaba sino para rendir un homenaje. Nadie se sobreactuaba, todos muy sobrios (en contraste con su comportamiento en redes sociales), guardaban silencio para honrar a Yuliana y para mostrar su repudio de manera pacífica. Igual todo se sentía inadecuado, hasta ver a un par de habitantes del edificio (o visitantes, quién sabe) ingresar a la construcción con cara de vergüenza, como si el crimen lo hubieran cometido ellos.
Sea lo que sea, hayamos reaccionado bien o mal, este incidente nos ha tocado a todos, pero ya es hora de parar. Basta de furia, basta de consumir basura de los medios, basta de hablar mal de tal o cual personaje, basta de resentimiento. Solucionemos más bien, volvámonos una sociedad madura, menos quejumbrosa, menos juzgadora, más resolutiva. A esta altura no es solo lo mejor, sino lo único que podemos hacer a ver si cosas como esta dejan de ocurrir.
*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.
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