Basta con leer, ver o escuchar las noticias, dar una pasada por algunas redes sociales, o simplemente fijarse en la cara de quienes te rodean en el transporte público o quienes, en medio de un trancón, van en el carro del lado para darse cuenta de que últimamente hay exceso de amargura rondando por todo lado, y es peor aún cuando no tienes que ir tan lejos y basta con mirarte al espejo para encontrar que tú también lo tienes.
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Y bueno, puede ser que “el palo no este pa’ cucharas”, como decían las abuelas, tal vez no sea el mejor momento para tu salud, para la relación que llevas con tus amigos, con tu familia o pareja, tal vez las cosas no estén de la mejor manera en tu trabajo o con tu economía… tal vez nada sea lo que quisieras que sea en este preciso momento, pero no podemos olvidar que la felicidad no es algo que encontremos, sino que creamos, así como nuestra tranquilidad es algo que elegimos y no que nada externo (ni nadie) puede realmente darnos.
Pero cuando estamos rodeados de tanta amargura, o incluso estamos contagiados de eso, ¿qué podemos hacer?
Necesitamos entender que amarnos mucho más nos puede sacar de ese estado, y puede sonar un poco egoísta, pero es importante pensar en nuestro bienestar para dejar ese exceso de amargura, ya que con esto podremos entender que mantenernos amargados solo nos perjudica a nosotros mismos, como un veneno que lentamente proporcionamos a nuestro día y a nuestra vida, haciéndola cada vez más sombría. Finalmente, si permitimos que todo nos amargue, somos nosotros a quienes el cambio de ánimo empeorará y el resto del mundo seguirá andando como lo venía haciendo.
También es importante ver las cosas desde otro punto de vista, no se trata de ser ciegamente positivo o pensar que el mundo es perfecto, se trata de darles perspectiva a las cosas que sentimos y vivimos; para esto lo primero es reconocer nuestras emociones, saber que a veces hay cosas que nos pueden bajar el ánimo, molestar o desagradar, pero también debemos ver qué podemos hacer por cambiarlas o modificar el rol que tienen en nuestra vida, sin dejarnos dominar de esa situación; en otras palabras, viene bien preguntarnos: ¿nos vamos a quedar simplemente amargando nuestro día?, ¿esa amargura nos lleva a algún lado?, o vamos a hacer algo por cambiarlo.
Hay muchas maneras de poner en perspectiva nuestra vida, pero tal vez una de las más eficientes, que además ayuda a bajar el nivel de amargura diario, consiste en agradecer. Dar gracias a las personas que nos rodean y con quienes interactuamos, a nuestros seres queridos por hacer mejor nuestra vida y a la vida misma, por aquellas pequeñas grandes cosas que cada día podemos apreciar, entre muchas otras, pueden realmente cambiar nuestro ánimo y mostrarnos que justo frente a nuestros ojos podemos tener otra realidad, una mucho mejor que la que imaginamos nos condena a estar amargados día tras día.
*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.