Uno asume que la gente no es loca, menos la que elegimos para que nos gobierne, y que las cosas que hace tienen una razón lógica que se puede remontar desde el comienzo de los tiempos. No obstante, lo que acaban de hacer en la carrera quinta sí que no se entiende.
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Y no se entiende porque las estadísticas dicen una cosa y la cotidianidad, otra. Dicen en la Alcaldía de Peñalosa que los reductores de velocidad, de carril y el separador que se instalaron en la carrera quinta, entre calles 72 y 68, se debe a que entre 2007 y 2015 se presentaron 125 accidentes en ese punto, siempre con el peor balance para los peatones.
Se justifica la administración diciendo que un carro que impacta a una persona a 80 kilómetros por hora equivale a que dicha persona caiga de un noveno piso, y que incluso a 30 por hora es como caer de un segundo, descenso que no mata, pero te deja bastante golpeado.
Ni 80 ni 30, el promedio de velocidad en Bogotá para carros particulares es de poco más de 25 kilómetros por hora y con los reductores y demás gallos de la carrera quinta, ni idea a cuánto estará en esa zona.
Porque yo no tengo carro, pero cada vez que paso por ahí, no importa el día ni la hora, veo los trancones y la cara de desesperación de los conductores. Y con razón. En una ciudad sin vías alternas (tampoco con vías principales), cualquier calle que medio ande es un tesoro. Y la quinta mal que bien se movía, convirtiéndose en una buena opción a la 11, la Séptima y la Circunvalar. Ahora es igual o peor a ellas, especialmente en ese sector entre la 72 y la 68, donde igual hay dos semáforos con pasos para peatones. ¿No sería más fácil, pregunto, educar al transeúnte para que cruce la avenida solo por la cebra y no por donde se le antoje, como si fuera un ñu atravesando un río?
¿No sería mejor bajarle a la sobreactuación y cortar el número de reductores de velocidad, quitar ese separador de la calle 69 y, sobre todo, retirar esas cosas amarillas del suelo que no recuerdo cómo se llaman, también en la 69, y que convierten una vía de dos carriles en una de uno solo, volviendo todo el asunto un cuello de botella insufrible?
Y repito, la medida en teoría me favorece, ya que soy peatón y no conductor, pero en una ciudad donde el clima, la seguridad, el transporte público, las distancias y la comodidad de la gente impide dejar el carro de un lado, acorralar a los dueños de autos, que son bastantes, no parece muy democrático.
Felicitaciones a Enrique Peñalosa y su administración, que a falta de trancones en el resto de la ciudad dañó la movilidad de la quinta. Y de paso el de la 69. Y el de la cuarta.
*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.