Al parecer está de moda vivir indignado, y cada cierto tiempo (a veces semanas, a veces días) aparece un nuevo motivo de indignación colectiva: las decisiones (o falta de estas) del Gobierno de turno, las opiniones de los que ya no están en el Gobierno, las preferencias sexuales de alguien, la manera de dirigir un equipo de fútbol, o incluso hasta por si amanece lloviendo o haciendo sol.
PUBLICIDAD
Y como está de moda, los indignados hablan, pelean, se creen beligerantes y dueños del tema, pero esto es un impulso que les dura hasta que les dan otra razón para indignarse, y al final, la gran mayoría no son más que una pose de una aparente sintonía con lo que pasa, cuando en realidad no son capaces de ejercer un verdadero cambio en su vida, y la mayor acción que realizan es copiar un estatus o una imagen en sus redes sociales.
Es demasiado fácil estar en contra de muchas cosas, criticar y ver todo lo malo que pueden tener las situaciones que se viven, pero lo que realmente necesita de coraje y valor es estar a favor de algo y defenderlo, no para atacar sino para ayudar a otros y mostrar con el ejemplo que lo que defendemos tiene un sentido y una razón de ser.
Si entendiéramos que dar tiene más recompensa que recibir, siempre recibiríamos y no nos haría falta nada, como por ejemplo tener que estar atacando otras maneras de vivir o pensar. Las personas más valiosas son las que se dan cuentan del valor de los demás, no las que tienen un ojo agudo para criticar o simplemente indignarse manteniendo la apatía.
Lo que hacemos por nosotros muere con nosotros, pero lo que hacemos por los demás permanece y es inmortal, de allí la importancia de que tengamos el valor de responsabilizarnos por aquello que no nos gusta, tratando de cambiarlo, tratando de ayudar a otros y no simplemente quejándonos. Todos tenemos algo que podemos compartir, todos tenemos una manera de ayudar a otros, algo que enseñar, algo que aprender, y al final, si tienes la capacidad de hacer algo bueno por los demás, no debería ser una opción, sino una responsabilidad hacerlo.
Tal vez indignarse, ver que las cosas no andan o darnos cuenta de que algunas cosas puedan ser mejores, sea un inicio, pero no podemos quedarnos solo con eso, tenemos que dejar que nuestros actos hablen y no solo sea una postura superficial ante la vida. Y tampoco es que necesitemos de grandes pruebas de heroísmo o desprendimiento, basta con ayudar a quien lo necesite. A veces con muy poco se logra mucho.
El asunto es que no podemos ser ese tipo de personas apáticas, que se indignan por todo pero que no ayudan a nada; el tipo de personas que esperan que todos los otros cambien pero que no hacen nada por cambiar, por eso viene bien que te detengas un instante y pienses en lo siguiente: si sabes de alguien que necesita ayuda y tienes forma de ayudarlo o acercarlo a una solución y no lo haces… ¿Qué tipo de persona eres?
*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.