Donde se nos dé la gana

Adolfo Zableh Durán – @azableh

Quiero denunciar públicamente que las camionetas de placas ZYP 756, HKN 303, HBL 418 y HBZ 698 se parquean donde se les da la gana.

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Igual no va a pasar nada, porque es un delito menor en un país donde a diario hay robos, asesinatos, violaciones, estafas, delitos por corrupción y líos de tierras. El punto es que no resuelven los grandes crímenes, menos van a solucionar una simple infracción de tránsito. Campañas para acabar con esta costumbre se han visto de todo tipo, desde revistas y medios que dejan en evidencia a los infractores, hasta ciudadanos comunes que cuelgan sus fotos en redes sociales. Igual, ninguna estrategia ha funcionado y el fenómeno se sigue presentando.

Pero el punto no es si estos carros se parquean donde no deben. El punto es lo poco que les importa a sus dueños el bien común y lo por encima que se sienten del resto de personas. Cuando no es un empresario, es un político. Casi siempre es un político, la verdad. Y andan en Toyota blindada de vidrio oscuro, su modelo preferido. Las de la foto son todas de la misma marca, que no tiene la culpa de que sus camionetas sean tan apetecidas. A los políticos y a los narcotraficantes les fascinan las Toyota, y ambos se parquean donde se les da la gana. Siempre he dicho que un narcotraficante es una persona que no tuvo la capacidad de ver que el verdadero negocio era ser político, porque así puede delinquir con la ley a su favor y no en contra de ella.

Esta foto fue tomada en la Bagatelle de la carrera quinta con calle 70. Y al igual que la marca de carros japonesa, el restaurante no tiene la culpa de que a los políticos les guste encontrarse ahí, aunque algo podría hacer. Ignoro de quién o quiénes eran los carros que estaban parqueados afuera, lo que sí sé es que es una postal que se repite todos los días en cualquier restaurante de estatus en la ciudad, pese a que los signos de prohibido parquear son bien claros. La mañana en que tomé la imagen, afuera había escoltas y hasta un agente de tránsito, que no solo no hizo nada sino que me miraba como si el que estuviera cometiendo un crimen fuera yo. Sabiendo que a todos los irritaba, me tomé mi tiempo y les hice fotos a todos los carros desde varios ángulos, paseándome por la calle como si fuera mía. A ver si entienden cómo se siente.

Hace un par de meses entré a comer a ese restaurante y en la mesa de al lado estaba Carlos Holmes Trujillo, antigua fórmula vicepresidencial de Óscar Iván Zuluaga. No me fijé si su carro estaba afuera parqueado, pero no es necesario. Él y los de su especie no necesitan parquear mal para que los votantes sepamos que son malos, más malos que el servicio de la Bagatelle.

*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.

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