¿Será todo un montaje? ¿Será alguna conspiración de esas que uno no sabe por qué se edifican? ¿Será que no es más que una estrategia de inventiva para que volquemos aún más nuestros ojos sobre la Premier League y decidamos abandonar militancias en lugares queridos como la Serie A, la Bundesliga y la Liga? ¿Será que es una programada puesta en escena basada en contar historias épicas cada domingo para que el rating explote en todos los lugares del mundo y, por ende, las ganancias sean mayores?
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Eso está pasando en Inglaterra, un país que tiene un torneo atractivo casi siempre, pero que desde la extraña irrupción del Leicester City, ha hecho que las costumbres del hincha común y corriente cambien. Claro, es la historia del débil que busca ganarle a todo el establecimiento y que lo está consiguiendo con armas modestas y dignas. Pero todo me parece muy perfecto, muy guionado. La carta de Claudio Ranieri y su hechura de pizza con el plantel que saca lágrimas; la increíble historia de su crack Vardy, hace poco tiempo enclaustrado en la B; el renacer de su DT, que había sido cesado en Grecia por fraguar un fracaso sin igual con la selección de ese país. Todo es sospechosamente heroico.
Cada victoria del Leicester es un We Are The World futbolístico que ya me aburre un poco y sé que por esta afirmación varios barras bravas del Leicester en Bogotá estarán buscándome para ajusticiarme. Por eso, a ellos les pido un poco de cordura. La teoría de que alguien está montando al Leicester arriba, pensando en teorías de conspiración, se nos ocurrió en una charla futbolera a Adolfo Zableh y a mí, sin pruebas diferentes a las que puede dar la lógica al revés. No tenemos indicios distintos a esos y a que esos milagros parecen difíciles de existir en tiempos en los que el fútbol es muy competitivo. Lo nuestro básicamente es una apostasía al sentimiento popular.
Igual pase lo que pase por ahora el Leicester no se cae. Contra West Ham estaba contra las cuerdas y con motivos: West Ham jugaba mejor y le volteó con merecimientos un duelo que iba a favor de Leicester 1-0. Y como en las telenovelas, el débil al que todos aman estaba en problemas: Jamie Vardy, su gran goleador, se iba expulsado.
La novela, muy bien escrita, no iba a concluir sino hasta el minuto 94 gracias a una pena máxima invisible, salvo para los hinchas del Leicester y el árbitro. El empate 2-2 con esa sanción absurda encendió mis propias certezas sobre una confabulación que está favoreciendo al modesto club.
Yo, la verdad, preferiría que mis ideas fueran apenas fruto del ocio y que la lógica pusiera sus pies en la Premier League. Eso significaría que el Leicester se cayera en las últimas jornadas de liga y que el Tottenham (el mejor equipo en serio del campeonato) alzara un título que no obtiene desde 1961.
*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.