Opinión

Un día cualquiera

Por: Adolfo Zableh Durán/ @azableh

Hay días que parecen que van a ser como cualquier otro. Te levantas, vas al trabajo, te comes un helado después del almuerzo como suceso destacado de la jornada y regresas a la casa a narcotizarte frente al televisor.
 
Pero hay días que, si bien no te regalan nada especial, te ofrecen un suceso que te cambia la rutina. No tiene que ser un hito, cualquier sobresalto menor sirve para romper con la monotonía. A mí me pasó hace un par de semanas cuando, cono de helado en la mano a eso de las dos de la tarde, me crucé con Óscar Iván Zuluaga. No será el gran personaje, pero repito, cualquier cosa por fuera de lo normal sirve de entretención.
 
Para empezar, siempre he sentido curiosidad por el domicilio de nuestros políticos, en especial de los de la izquierda. Y aunque Zuluaga pertenece a la derecha y lo lógico es que viva en un sitio exclusivo, hace parte de esa gente que dice servir al pueblo pero vive en lugares que ‘el pueblo’ no puede costear. No sé si el excandidato presidencial viva en el sitio donde tomé la foto (calle 90 con carrera 18, o por ahí), pero si no es ahí, podría asegurar que pega en el palo. Igual, cada persona tiene el derecho a vivir donde se le dé la gana y el bolsillo le alcance. Igual no deja de ser curioso y hasta algo indignante.

Curioso también es que alguien que estuvo a menos de un millón de votos de ser presidente de Colombia esté ahora como cualquier vecino, sin corbata incluso, hablando para un canal de mediano alcance como Red Más Noticias, y no asediado por micrófonos de CNN y otros canales internacionales, reunido con otros mandatarios, formando decretos y rodeado de escoltas. Lo último que salió de Óscar Iván en la prensa fue que ingresó al hospital, víctima de un espasmo muscular. Eso es felicidad, porque hay que estar loco para querer ser presidente de un país, ¿quién cambiaría una vida tranquila por pasarse cuatro años en el ojo del huracán?
 
En fin. Lo curioso es que unos días después de cruzarme con Zuluaga, coincidí en un restaurante con su fórmula vicepresidencial, Carlos Holmes Trujillo. Estaba con un señor y una señora y hablaban como si fueran a cambiar el mundo (los políticos suelen expresarse así). Y aunque Zuluaga y Holmes sientan amargura por haber perdido las últimas elecciones y extrañen las cumbres, los viajes y el avión privado, yo los envidio. El problema es de ellos, que no saben apreciar la belleza de llevar una vida sencilla.

*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.

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