Opinión

El ídolo del vuelo 410

Siempre se puso sobre su espalda el número 6 y fue de esos extraños experimentos de algunos dirigentes colombianos que toman el riesgo de invertir en un completo desconocido esperando que sea figura. Pasó con Juan Gilberto Funes, pasó con Sergio Galván Rey y con Jorge Ramón Cáceres. También José Luis Carpene hizo parte de esas jugadas del destino que terminaron con una sonrisa. Así le pasó a Roberto Frascuelli.

Apareció en Bucaramanga en el año 74 con patillas largas y gruesas, a diferencia de su trayectoria futbolística, que apenas registraba actuaciones con dos clubes anodinos: el Deportivo Luján y el Club Lipton. Dicen que anduvo en el fútbol aficionado argentino, por Corrientes, su tierra natal, y que allá aprendió a enfrentarse a la vida, a ganar de guapo y a saber que nunca iba a tener nada qué perder en la vida. Por eso se fue a la lejana Colombia, a Bucaramanga.

De allí fue imposible desterrarlo porque rápidamente se transformó en un ídolo de los fanáticos, de esos que sufrían con los canarios, que por lo general terminaban abajo en la tabla. Frascuelli lideró desde el temperamento, desde la sangre y desde las ganas de nunca rendirse, aquel campañón del Atlético en el 75, que los ubicó muy arriba en la tabla, peleándoles cuerpo a cuerpo a los grandes. Con él estaban Miguelucci, aquel arquero que luego haría su propia historia mítica en Platense, salvándolo de un descenso en el 79 en una torturante tanda de penales contra Lanús; Misael ‘Papo’ Flórez; Eduardo Ghilio y ‘Pitula’ Martínez. Aquella vez en Bucaramanga soñaron con una certeza desconocida antes que sí, que podrían ser campeones. Terminaron cuartos, pero en la capital de Santander esa posición en la tabla fue tan celebrada como si hubieran sido primeros.

Frascuelli era el capitán, la voz de mando y el tipo que la ciudad adoró desde ese 74 hasta el 82, cuando dejó de jugar y se radicó allá, donde tanto lo quisieron. No se quedó quieto y empezó a trabajar para Ecopetrol. Allí les daba clases a los empleados de cómo jugar con pasión y ganas. Dirigía las selecciones de la empresa y era un tipo muy querido por todos. También tenía un taxi y entre ambos oficios juntaba lo suficiente como para estar tranquilo.

La bitácora le marcó a Frascuelli en 1988 un campeonato interempresarial en Cartagena. Por eso preparó a sus muchachos para que la rompieran. El vuelo arrancaba desde Cúcuta y allí lo tomaron él y 67 empleados más de Ecopetrol que estaban invitados a ese torneo. El tiquete de avión marcaba el número de vuelo: 410. También el de matrícula de la aeronave: HK 1716. Fue la última vez que vieron a Frascuelli con vida. El avión se estrelló contra el cerro del Espartillo, dejando a 143 familias entre lágrimas y sollozos y al Atlético Bucaramanga sin uno de sus más grandes ídolos.

Hoy que ‘el leopardo’ volvió a primera división, después de padecer tanto tiempo el dolor de estar en la B, fue imposible no recordar a Frascuelli.

 

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