Opinión

‘Back to the present’

Por: Andrés Ospina. Escritor y realizador de radio/ @elblogotazo

El miércoles 21 de octubre –gracias a cierta incurable obsesión desarrollada por mi alma desde hace tres décadas–, Marcela, mi novia, soportó resignada y sonriente una faena intensiva de repeticiones comentadas con la trilogía de Back to the Future como leitmotiv. Lo anterior para sumarnos –cual si yo fuera geek cinéfilo de The Big Bang Theory y ella mi sacrificada pareja– a la comunidad de borregos que conmemoramos este aniversario treinta. A propósito unas reflexiones…

Si el ‘Doc’ Brown y Marty hubiesen habitado Bogotá en lugar de Hill Valley y si su DeLorean no hubiera sobrevolado Hilldale sino Mazurén, la historia sería otra. Y si sus epopeyas tuvieran como locación tierras muiscas y no apaches, hoy habría mucho por aclararles.

Les diríamos que ahora elegimos alcaldes mediante sufragio y no por capricho presidencial, y que entretanto ha habido desde puentes desplomados, sentencias, destituciones y carruseles contractuales hasta avances en lo que la contemporaneidad llama cultura ciudadana. Les contaríamos que la malla vial sigue destrozada, pero que –para nuestra dignidad– mostramos preocupaciones por causas sociales, ambientalistas y animalistas que a mi modesto juicio rebasan en relevancia al trancón. Tendríamos que definirles ‘ley zanahoria’, ‘contraflujo’, ‘pico y placa’ y ‘estudios insuficientes’. Exponerles la funcionalidad del bolardo. Decirles que por estas fechas usan la ley para perpetuar crueldades animales. Les contaríamos que estrenaremos alcalde. Que según opositores la izquierda se ha labrado sus descréditos.

Ellos también tuvieron mayors. Red Thomas –el de 1955– terminó como habitante de calle tres décadas después. Goldie Wilson –mesero afroamericano del 55– ocupó su trono durante 1985. Ambos buscaban reelección y eran progresistas. Podríamos aventurar conjeturas y pensar en Samuel Moreno y familia como un despiadado Biff Tannen y parientes, cuya intromisión histórica nos estropeó el destino a todos. O en los problemas de movilidad que nos ocasiona habernos creído que pronto los automóviles volarían. Pero eso sería extralimitarnos.

Hoy –vaya paradoja– vamos aproximándonos a lo que fuéramos hace 18 años, cuando un persistente Peñalosa salió elegido por vez primera. El retorno deja un sabor entre esperanzador y ambiguo. Porque mucho “se le agradece”, pero otro tanto “se le reprocha”. Porque tan loable es su compromiso con la bicicleta como preocupante su desconsideración con los humedales. Porque la idea de un metro elevado asusta, aun cuando al final de cuentas cualquier alusión a dicha opción de transporte en Bogotá –subterránea o aérea– suene a ficción de Zemeckis y Spielberg. Porque aunque viejas alianzas suyas son abominables, obraríamos mal al no reconocer sus intenciones de esteta, sus logros y su urbanismo, si bien demasiado asfaltados, para nada mal intencionados. ¡Y cómo olvidar esa Bogotá sonriente de principios de milenio!

Señor alcalde electo: que la ciudad no sucumba ante las presiones de ciertos constructores, al lado de corruptos y ‘algotras’ alimañas, responsables de la depredación de la que nuestros suelos y cerros son objeto. Por mi descreída parte, dudo que tengamos tren metropolitano en diez o en cien años. ¡Sírvase usted desmentirme! Ayúdenos a romper este pacto tácito de desconfianza entre conciudadanos en el que andamos sumidos y a no volver al pasado. Dumas supo decirlo: “Confiar y esperar”. Como siempre… aventurar vaticinios es invocar el error. Hablamos en 2045… cuando otro futuro se nos vuelva presente.

*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.

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