Tránsfuga

Por: Nicolás Samper C. / @udsnoexisten

No hubo nadie más inepto que él. No hubo nadie envuelto en más escándalos que él. Ninguna administración estuvo tan cubierta por esa pátina de corrupción. Justo hoy que Bogotá ya está estrenando nuevo alcalde –curioso decir que “estrenando” porque los tres que lideraban las encuestas ya habían sido alcaldes en funciones o cumpliendo interinatos en ese puesto no tan exitosos como el de Wilson Gutiérrez en Santa Fe– no pude dejar de recordar a Samuel Moreno.

Pensaba en que su figura, de ojos desorbitados y atolondrados, jamás debió llegar al cargo como regente de la ciudad más importante de Colombia. Pensaba que para esas elecciones justo tuve que viajar fuera del país, pero a varios que iban a dar su sufragio les di la información necesaria para que no votaran por Moreno. Pero me quedaba imposible hacerlo con todo el censo electoral y suponía que el pueblo en democracia podía ser medianamente responsable.

No fue así y el muchacho, el hijo de don Samuel y de ‘la Capitana’, se trepó en el Palacio Liévano. Y yo no terminaba de comprender cómo lo habían dejado entrar hasta ese lugar, más allá de que su pasado como senador le había granjeado cariños y buenas notas –mire cómo es la vida: a Petro también le pasó igual–.

Es que no me cabía en la cabeza que un tránsfuga futbolístico estuviera mandando a 10 millones de personas en una ciudad compleja y caótica. Cambiar de equipo de fútbol es, más o menos, lo único que NADIE puede hacer en la vida, si es que tiene valores y carácter. Alguien que, de repente, le dé por abandonar ese amor que no se deja tirado para irse a los brazos de un club más conveniente, da asco. Es que eso describe qué tantos escrúpulos tiene ese sujeto a la hora de cualquier evaluación ética. Es la radiografía de quien estuvo en el poder. Y ya vimos cómo manejó ese poder.

Cuando era niño, Samuel Moreno era hincha del Deportivo Cali, como lo supe constatar con varios de sus excompañeros de colegio. Pero, de repente y sin mediar más que el interés político y la lagartería, un día el tipo apareció siendo hincha de Millonarios. ¡De Millonarios! Nadie supo cómo –así como nadie supo cómo este señor fue dejando entrar aguas de corrupción por entre las grietas de una ciudad necesitada– terminó siendo azul. Tan ofensiva era la cosa que de hecho, cuando Moreno iba al Campín, muchos hinchas conocedores de la verdad lo silbaban, así como cuando a su madre la silbaron en la Plaza de Toros La Santamaría, pero sin las mismas consecuencias. También recibía pitos por ser mufa: cada vez que llegaba al palco de la Alcaldía, Millonarios perdía. Era una ley estatal saber que si el canoso burgomaestre entraba al estadio, Millonarios salía en tanqueta.

Menos mal esos tiempos se acabaron, aunque nos dejaron heridos de muerte como ciudad. Que la justicia tome como primera prueba para el juzgamiento de Moreno su transfuguismo futbolero. Eso, así como muchos actos de corrupción ocurridos en su administración, no tiene defensa alguna.

Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.

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