Opinión

Valla burro

Andrea Padilla Villarraga. Estudiante de doctorado en Derecho de la Universidad de los Andes, vocera en Colombia de AnimaNaturalis Internacional. andreap@animanaturalis.org #PorLosAnimales

Uno debería agradecer la franqueza de los políticos que de entrada se muestran tal cual son y dejan claras sus intenciones o la manera como harán política en caso de llegar a los cargos de elección popular. Mostrar su maldad o actitud mafiosa y gamonal es un gesto de honestidad que los electores deberíamos ponderar, en medio de tanta sonrisa por descifrar.

Por estos días, tres de esos políticos abrieron su corazón: Pablo Parra, candidato a la Alcaldía de Albania (La Guajira) por el partido Opción Ciudadana; Carlos Uriel, candidato a la Gobernación de Caldas por el Partido Conservador, y Rubén Darío Ruiz, candidato al Concejo de Tabio (Cundinamarca) por el Partido Alianza Verde. Los tres lo hicieron violentando a los animales para hacer política de la más burda.

Pablo Parra payaseó a un burro de modo similar a como lo hacen con las burras que violan en la costa. En un acto de “genialidad”, el ilustre usó al burro como valla, importándole un carajo que la pintura cerrara sus poros o que rasurarlo le causara graves afectaciones en la piel (por no hablar de la ofensa a su dignidad). Luego de la denuncia en medios, el burrito fue encontrado medio muerto al borde de un charco, aún pintorreado.

A esta ocurrencia siguió la de Carlos Uriel, quien en vez de pintar al burro convocó a una cabalgata para recaudar fondos para su campaña. Obviamente, sumándole al bono, aguardiente y un plato de fritanga (según su publicidad). Es decir, desplegando el recurso de ramplonería más maltrato, propio de quienes ven la política como un ejercicio de terratenientes.

Finalmente, y más reciente, la de Rubén Darío Ruiz, joya del Partido Alianza Verde, cuyo discurso de odio contra los animales lo ha llevado a emprender una guerra contra sus defensores y a prometer, según circula por redes sociales, que en caso de llegar al Concejo acabará con las fundaciones y ni qué decir con la vida de más de 800 perros y gatos (mal contados) que hoy habitan en el municipio.

Apreciado lector, lo invito a que tome nota de estos nombres y del de cualquier político que abuse de un animal, lo humille en su discurso o enarbole un mensaje de odio en su contra, para regar la bola y jamás votar por él. También a que cuestione a sus partidos por avalarlos. Hacer campaña violentando a otro –humano o animal– es un claro mensaje del tipo de política que haría quien llegara a un cargo público por esta vía. Nada distinto a lo que haría un gamonal.

Más bien páreles bolas a los candidatos y candidatas a alcaldías, concejos y gobernaciones que incluyen en sus discursos la protección animal. Por supuesto, sin pecar de incautos. Pregúnteles qué han hecho, qué plantean y cómo lo harán.

Por estos días de campaña se pone a prueba nuestro (buen) juicio ciudadano. Los animo a que castiguemos la vulgaridad y apoyemos la decencia, llevando a los políticos al punto más alto de respeto del que sean capaces.

*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.

MÁS OPINIÓN AQUÍ

Tags

Lo Último


Te recomendamos