Opinión

¿El prejuicio es ciego?

Por: Camila Chaín / @camilachain

Fui al gimnasio como todos los días y quise relajarme un poco en el turco. Como es mixto, al entrar vi que en una esquina estaba un hombre, no lo pude identificar, porque el vapor de agua no deja ver mucho. Saludé como cualquier persona educada lo haría y la persona comenzó a conversar conmigo. En realidad, lo que yo quería era descansar, pensar en mi próximo tema para la columna, pero este caballero se animó y me preguntó por muchas cosas, entre ellas si me gustaba la remodelación que hicieron en aquel lugar.

Le dije que me parecía muy bien el cambio y que todo cambio era bueno, a lo que me contestó: “Bueno, no todos los cambios lo son”. Me contó que había estado mucho tiempo en otra sede y que esta le gustaba más, porque antes iba a la de Chapinero y ahí se encontraba siempre a mucha gente de la comunidad (se refería a las personas LGBTI). Dijo que tuvo que irse porque no se sentía bien con “esa gente”, que estaba como mosco en leche, que cada día eran más y que prefirió venir a Chicó, porque las personas eran “más normales”, trabajaban y eran ejecutivos y así sí se sentía cómodo.

Yo, desde el otro extremo del lugar, noté su homofobia, pero no le conté nada sobre mí, porque preferí seguir escuchando. Como no podíamos vernos, él no logró identificarme como parte de “esa comunidad” de la que habló con desprecio, o sea, me demostró que el prejuicio es un poco ciego. Preguntó por mi profesión, hablamos de mi especialidad en radio y en las asesorías que hago a personas que no manejan bien sus entrevistas en medios y resultó muy interesado en mis servicios.

Me pidió que le dejara un tarjeta con la promesa de llamarme para contratarme algún día. Sí, el mismo que no soporta la diferencia, me estaba invitando a trabajar para él solo con escucharme. Salió del sitio sin despedirse, cogió sus gafas que estaban en una mesita y se las puso, se envolvió en la toalla y desapareció. Salí triste de ahí, un poco golpeada por sus palabras.

¿Si me hubiera visto me habría hablado igual? Qué perturbador es sentir el desprecio de algunos hacia los demás seres humanos. Nos hace falta mucha educación y, sobre todo, mucho amor. Claro que no le daré mi número celular a un homofóbico como él, yo no necesito demostrarle a nadie que soy normal, que me va muy bien en mi oficio y que puedo entrenar en la sede que yo quiera, porque es con mi ejemplo que puedo enseñarles a ser mejores personas. Espero que aprendan de esta columna y que cuiden muy bien sus palabras, ustedes no saben lo poderosas que son.

¡¡¡Feliz fin de semana!!!

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