Opinión

Enterrar a Neymar y a Brasil

Por: Mauricio Barrantes / @Mauriciobch

Es imposible no hablar de la histórica y sufrida victoria colombiana en Copa América ante Brasil. Es imposible porque pese a que esta sea una columna de cine, hay algo que sobrepasa cualquier interés comunicativo. Y es que cuando la Selección gana, se transmite un mensaje en el que se empieza a creer que todo es posible, que la paz no es una ilusión, que se puede exigir calidad educativa para todos, que no es utópico que haya cobertura decente en salud o que la inversión en cultura supere a la del gasto militar. Mejor dicho, se comienza a creer en ficciones.

El fútbol es un verdadero vendedor de ilusiones, igual que Hollywood, con lo que es normal ver a   Pékerman como Supermán, a James como ‘Supersayayín’ o Batman; y claro, no puede faltar Neymar como el Guasón. Así, y bajo la narrativa dramática que genera cualquier partido de ‘la tricolor’, muchos pensarán que se hizo justicia este miércoles ante el que fuera el equipo verdugo de Colombia en el Mundial.

Que en las salas de cine transmitan los partidos de fútbol no es casual. Y, como en el séptimo arte, la Selección pasó por varios puntos dramáticos previos, que incluyeron la sorpresiva derrota ante Venezuela y una resurrección digna de textos bíblicos. ¿Qué viene? Crear el guion para lo que resta de la película.

Parte 1, futuro inmediato. Hay que enterrar fantasmas del pasado (Neymar y Brasil) y mirar hacia el futuro porque nada está ganado. Frase perfecta para acomodarse a los libretos Disney y a lo que queda de la Copa América y que puede ser leída con la voz de Danielita al final de los capítulos de la extinta serie Padres e hijos. Pero ojo, no estoy menospreciando estos mensajes que contienen ideas que todos consideramos como válidas, pero que al decirse de forma tan empalagosa solo clasifican para los aportes arjonescos, dagoescos, cohelescos o para las intervenciones de los ‘profes’ del fútbol.

Anotación cinéfila: enterrar a Neymar es metafórico, pero si se quiere reflexionar sobre el tema, la película Ella es todo un deleite visual y narrativo de lo caro que está morirse. Puro talento nacional como el gol de Jeison Murillo.

Parte 2, seguir creyendo. Con una frase menos Disney: «No quiero realismo. ¡Quiero magia! Sí, sí, ¡magia!”, se debe entender que tanto en el cine, como en el fútbol, no se busca el realismo, se requiere de la magia, que ilusiona al pueblo entero alrededor de un balón o de un personaje. Entonces se debe traer a la mente finales cinematográficos gringos, y no alternativos como los franceses, para que con fe y esperanza la Selección logre lo imposible en esta Copa.

Anotación cinéfila: el texto hace parte del clásico del teatro estadounidense Un tranvía llamado Deseo, del dramaturgo Tennessee Williams, y que tiene una versión que ahora se reproduce en algunas salas de Cine Colombia. Sí, así se rasguen las vestiduras los defensores del teatro como experiencia en vivo, esta opción masifica la cultura y la hace accesible a todos los públicos.

Parte 3, chao mamertismo. “Pan y circo para el pueblo”, dicen los más amargados con la victoria de Colombia. La verdad es que si uno entiende que el cine y fútbol son espectáculos parecidos porque manejan un escenario (set y cancha), estrellas (James y Brad Pitt) y hasta una curva dramática similar, se puede echar mano de ambos para utilizarlos como recursos capaces de construir memoria, que aporten lo necesario para avanzar en temas como la educación y la cultura.

En conclusión, hay que vivir el drama del fútbol con la fe que se le pone a la ficción, porque en el fondo, ambas pueden tener un final feliz.  

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*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.

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