Opinión

La mujer que debo ser y la que soy

Por: Mar Candela, ideóloga Feminismo Artesanal.

Nunca firmé un compromiso para ser ‘ejemplar’. Sin embargo, todos estos años de lucha feminista me han cargado con esa odiosa responsabilidad. Pasaron varios años para que comprendiera que el costo de levantar y defender la voz es convertirse en eso que se denomina ‘figura pública’. Cuando haces el ejercicio de exponer tu crítica sobre temas y personas, lo justo es que asumas que los demás puedan tener el derecho a opinar sobre tu vida.

Decidí pagar ese precio porque disfruto enormemente el gozo de compartir mi mirada. Crezco cuando expongo mis puntos de vista y es una lección de vida cada vez que alguien se toma el trabajo de debatir mi pensamiento. Este ejercicio ha fortalecido mi espíritu. Aún así, me resulta abrumador entender que cuando tu voz adquiere resonancia te exigen que seas ‘perfecta’. Y no sólo eso: muchas personas asumen el derecho a someterte a escarnio público.

La verdad, el escarnio público es una cosa que nunca en mi vida me ha importado. Yo nací para ser feliz, no para complacer expectativas ajenas. Después de casi treinta y seis años de existencia ya estaba convencida que el miedo ‘al que dirán’ era algo que nunca me ataría. Hoy debo confesarles que estoy dudando, que me preocupa mucho lo que mis decisiones personales puedan afectar a las mujeres que han decidido caminar en las redes de Feminismo Artesanal.

Llevo años leyendo y aprendiendo teorías feministas para tejer y destejer mi realidad y desde allí afectar la realidad política y social de todas las mujeres, enfrentándome a luces y sombras, confrontándome únicamente por una apuesta política concreta: ejercer mi derecho a vivir sin miedo. ¡Ser putamente libre! Pues bien, ahora que al fin logro comprender que en el caso de las personas activistas ‘todo lo personal es político’, me está pesando ser quien soy. Aquello que se supone que debo ser me está hinchando los ovarios.

Por un lado, he asumido lo que debo ser y hacer desde la coherencia política e ideológica; por el otro, en mí late lo que soy más allá de todo imaginario teórico. Soy una mujer apasionada porque creo que sin Pasión no hay revolución. Nunca he podido entender aquello de que el ‘deber ser’ está por encima del ‘querer ser’.

Estoy en un capítulo de mi vida donde todo está ‘patas arriba’. Como cuando arreglas tu habitación y sacas todos o algunos cachivaches con nostalgia y melancolía: aunque sepas que hay que abrir espacio a nuevas cosas, te embriaga un sentimiento de culpa espantoso; en su momento muchos de esos objetos fueron fundamentales.

He estado leyéndome. Esculcándome, escuchando a la mujer que era cuando inicie esta aventura que denominé Feminismo Artesanal. Busco mis declaraciones abiertas sobre los compromisos que adquirí con las mujeres, reviso lo que he invitado a hacer. Como si estuviera tratando de justificarme, como si debiera alguna explicación sobre las decisiones personales que estoy tomando y que en su momento se harán públicas.

Sé que el único temor que debemos asumir es el de fallarnos a nosotras mismas, pero este ejercicio me ha revelado que de algún modo no soy ‘putamente libre’, que temo a fallarles a quienes han confiado en Feminismo Artesanal. Tengo sentimientos encontrados, una especie de angustia existencial. Sin embargo, en el fondo estoy disfrutando de este giro. Estoy apropiándome de mi realidad. Estoy abrazando mi imperfección humana. Estoy dándome el permiso a ser políticamente incorrecta con el feminismo. Espero puedan disculpar mis sombras.

Una cosa es cumplir con el ‘deber ser’ con sacrificio, como un acto religioso, y otra es asumirlo con gozo y dicha. Es preferible ser criticada por hacer lo que deseamos ser, que por no seguir un ‘deber ser’ que no es nuestro; al final, lo que se hace sin deseo pasa una factura de cobro impagable. Nunca seré una mártir: yo nací para tejer mi felicidad y a eso las he invitado siempre. No seguiré ejemplo alguno. No pretendo ser modelo a seguir. Lo que sí haré, cueste lo que cueste, es darle forma a mi propia vida.

En busca de mi felicidad es posible que me equivoque, que no llene las expectativas de quienes me rodean o desilusione a muchas compañeras feministas. Lo siento: vivo para gozar y hacer gozar sin dañar a nadie.

Asumo que la mujer que hoy soy es muy diferente a la que fui y que me estoy despidiendo de la mujer que he llegado a ser para darle la bienvenida a la que está llegando. Es una metamorfosis que estoy disfrutando. De corazón invito a todas las mujeres a no olvidar que su primer compromiso es con la libertad y la felicidad, sin importar la opinión de nadie.

*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.

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