Opinión

Usted no sabe quién soy yo

Por: Mauricio Barrantes / @Mauriciobch

La popular frase, que tuvo furor hace un tiempo por redes sociales, en los medios de comunicación y en la calle, más allá de servir para el chiste pasajero, es reflejo de la sociedad en la que vivimos y demuestra la importancia que les damos a los estratos, al punto que algunos cargan, por herencia o fatal aprendizaje, el lastre de creerse más importantes que otros.

De allí que en ficción se haya utilizado el tema de la división de clases como una mina de oro para seducir a todos los públicos. Desde los culebrones mexicanos, pasando por las propias telenovelas colombianas, hasta referencias literarias bien vendidas echan mano de la relación ricos y pobres como una fuente inagotable de historias que satisfacen el morbo popular. El cine tampoco ha sido ajeno a este recurso que, mientras sea bien empleado, puede invitar a la reflexión o al menos significar un rato de diversión.

Gente de bien, película colombiana que estará desde el 28 de mayo en las salas de cine del país, pone en un mismo lugar a un niño de diez años (Eric) y a su padre (Gabriel), un carpintero que se las rebusca para sobrevivir, junto a una familia acomodada. La cinta explora la relación entre padre-hijo en un contexto en el que asuntos como la división de las clases sociales y la desigualdad de oportunidades salen a flote.

La actriz Alejandra Borrero, que interpreta a María Isabel en la cinta, una mujer de clase alta que le da trabajo a Gabriel, asegura que es una película en la que desde sus personajes se ejemplifica claramente el “usted no sabe quién soy yo”, incluso, que va más allá, para llegar a ser una crítica a esa manera de vivir de los colombianos. Reflexión que inspiró el nombre de esta columna para, ahora, invitar al espectador para que le dé la oportunidad al cine nacional de cumplir su función de constructor de memoria, en el que se analicen problemáticas tan comunes y al tiempo tan profundas, como la inequidad. 

Pasando a la película, esta logra aciertos visuales que garantizarán una buena recepción. Sin embargo, asumiendo el rol de consumidor crítico y difícil de convencer, me puedo aventurar a opinar que pese a tener una narración coherente y un trabajo técnico limpio, hay una notable falta de ambición. El evitar los riesgos es el principal pecado de Gente de bien porque se llega a un producto tibio, que ni se puede odiar ni amar, que por momentos parece una extensión televisiva de un capítulo de una novela, que falla en ser demasiado local, pero que para cuestiones de taquilla es agradable de ver y puede vender boletas.

Mi idea no es dar palo, porque en Colombia cada vez se hace más cine, y mejor, algo que también implica que sea necesario incentivar a los espectadores a ser más críticos. Ya está mandado a recoger el prejuicio de que aquí solo se habla de narcos y violencia, porque la verdad es que no, lo que se ha estrenado este año y está por estrenarse demuestra que se trabajan historias de todo tipo, a las que sin duda hay que apoyar. En el caso de Gente de bien, es muy válido que se trabaje una temática cercana, para poner a pensar y llevar a entender a la población que la cinematografía avanza de la mano en que se forman públicos más exigentes.

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