Opinión

Colombia en frases

Por: Andrés Ospina, escritor.

Gran Bretaña y Dinamarca comparten su “to be or not to be”. Grecia ostenta altiva el socrático “solo sé que nada sé”. Estados Unidos profesa su republicanísimo “don’t mess with Texas”. Y Colombia –mis muy señoras y señores mías y míos (insistiré hasta la náusea con el lenguaje incluyente, para que así mi querida amiga Mar Candela no haya de ‘delicársenos’)– también exhibe donairosa su repertorio de máximas, refranes y adagios.

Han sido, pues, innumerables los asertos sumados a la fraseología nacional. Está aquella lapidaria sentencia de Echandía al aludir a nuestra nación como “país de cafres”. El conciliador aforismo de Borges, quien en su Ulrica inmortalizó a la Universidad de los Andes y a un tal profesor payanés llamado Javier Otálora, cuando equiparó el hecho de ser colombiano a “un acto de fe”. Semejante aseveración ameritó largometraje, hará 10 años. O el apunte socio-oncológico de Martín Cochise, quien sapiente diagnosticó que por estos andurriales perece “más gente de envidia que de cáncer”.

¿Otros más?: El “perder es ganar un poco”, mantra del balompié local durante decenios. El brillantísimo “es mejor ser rico que pobre” de Pambelé, quien conoció con largueza ambas instancias del trasegar económico humano. El salomónico llamado a la equidad de Turbay cuando quiso “reducir la corrupción a sus justas proporciones”. O el consabido “no nos dé miedo ser chambones” de López Michelsen.

En materia de demagogias, imperdonable omitir el sonadísimo “ más vale un presidente muerto que un presidente fugitivo”, gracias a cuya pronunciación Ospina Pérez consiguió atornillarse en el solio bolivariano, incluso con media Bogotá enchichada intentando decapitarlo. O el combativo “si es preciso les echo bala”, de Miguel Ángel Bermúdez, al emplear tal advertencia para frenar aquellas agresiones a las que ciertos pedalistas se veían expuestos a lo largo y ancho de nuestra malla vial por parte de conductores desconsiderados y atorrantes.

Sigo: el nacionalista “mejor una tumba en Colombia que una cárcel en Estados Unidos”, clamor de batalla y muestra del arraigo a este suelo desplegado por los extraditables, conscientes de cuán preferible les resultaba un resort en Envigado a un búnker estadounidense. El “lo hice de buena fe, no me arrepiento” de don Laureano. El “salve usted la patria”, del Libertador. El “yo no necesito visa para ir a Chaparral”. El controvertido “fue a mis espaldas”, a mi franco parecer sincero al venir de quien vino, pero inverosímil de haber sido usado como defensa por Clinton en el caso Lewinsky. En materia de procacidades, entrañable el “si lo veo le voy a dar en la cara, marica”, prueba del temple, ecuanimidad y sentido de la decencia y caballerosidad de “nuestro expresidente”.

¿Más? El neoliberalmente progresista “Bienvenidos al futuro” y el subsiguiente “apretarse el cinturón”, de herr Rudolf. El teológico “Dios es colombiano” y el “no me esperen en la casa” de ustedes ya saben quién. El “agüita pa mi gente” –adaptación muisca del clásico “pan y circo”–; el “muchachas, música y trago” –modalidad criolla de aullido por “sexo, drogas y rock and roll”–; y el todavía trendy “usted no sabe quién soy yo”. El espacio se acaba, pero sin duda abundan ejemplos en este infinito rimero de frases que construyeron y construyen lo que somos. ¿Alguna sugerencia?

*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.

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