Costas

Por: Nicolás Samper C. / @udsnoexisten

Gustavo Costas, cuando apareció por estos lados, traía consigo una experiencia más que apreciable: no recuerdo entrenador que haya sido campeón en Perú, Paraguay y Ecuador. Y con equipos en los que la presión puede ser bastante agobiante a la hora de salir a la calle. Alianza Lima, Cerro Porteño y Barcelona.

En especial por lo que significó lo de Barcelona: el equipo de Guayaquil se la pasaba tropezando contra sí mismo desde 1997 y había una razón de ser para tanto fracaso unido. En 1997, tiempos en los que levantó su última corona, padeció la denominada «maldición Makanaky”. Resulta que por Ecuador terminó jugando Cyril Makanaky, aquel volante correlón de rastas tipo Juan Guillermo Cuadrado y que fue gran figura de Camerún en el Mundial de Italia 90. El hombre aportó para ese título de liga pero los directivos parece que le quedaron mal en eso de los pagos. Y Makanaky enfurecido se fue lanza en ristre contra todo lo que tuviera que ver con Barcelona, tanto que dijo, antes de tomar un avión a Douala, su tierra natal, que el club jamás volvería a ganar nada por aquel incumplimiento salarial.

En efecto: Barcelona fue vergüenza y vergüenza. Pero apareció en el camino Costas. Su mano táctica y motivadora fue capaz de acabar con ese hechizo que parecía imposible de desatar. Con trabajo y con valentía condujo al equipo a vencer de cabo a rabo el torneo del año 2012.

Costas apenas llegó supo también darle un nuevo aire a un equipo que contaba con varias de las piezas que lograron el campeonato en el 2012 pero que parecía estar entrando en esa curva baja que siempre sufren las formaciones exitosas. Y entonces, con algunos ajustes, comenzó la tarea de hacerles ver que tenían suficiente para volver a dar una vuelta olímpica. Y el plantel le entendió el mensaje.

Vivieron casi siempre muy buenos momentos -la regularidad de Santa Fe en este semestre fue tremenda. Pocos se pueden jactar de hacer la campaña que hicieron, impecable y con varios momentos de fútbol brillante como la victoria en los clásicos o el 5-0 al Tolima, que creo el uno de los partidos que más recuerda la hinchada por lo bien que el rojo jugó esa tarde-noche- y aunque un bajón les pegó duro, tuvieron entereza para salir del foso al que estaban cayendo -tiempos de derrotas con Uniautónoma y la pérdida de la Copa Postobón ante el mismo Tolima que habían humillado en el torneo local-.

Esa entereza también sirvió para poder superar una marca insólita de casi una decena de penaltis fallados. Incluso su clasificación a la gran final tuvo ese tinte dramático por cuenta del penal de Vargas en Medellín, que hábil y despierto, volvió a rematar Seijas con Armani tirado en el suelo.

Y el arquitecto de la obra fue Costas que simplemente volvió a poner a las fichas en el lugar que mejor rendían. Y los convenció de que era posible volver a celebrar.

*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.

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