Un homenaje de muerte lenta

Por: Nicolás Samper/ @udsnoexisten

Contaban sus compañeros que Alfonso Cañón era un muchacho que ayudaba a hacer los mandados en la sede administrativa de Independiente Santa Fe cuando era muy joven. Siempre presto y listo, Cañón iba y venía por los corredores de la sede haciendo las veces de patinador. Mientras tanto jugaba en las inferiores del club y con ese trabajo,se hacía sus centavitos.

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Siempre ha sido un hombre de una dignidad intachable el gran Alfonso Cañón. Con Santa Fe obtuvo tres títulos de liga en nueve años y en todos fue determinante. Ni hablar cuando, ya retirado, recibió una llamada a su casa: Gabriel Ochoa Uribe era entrenador del América y lo convenció de que aplazara un año su adiós del fútbol y lo acompañara en el América de Cali, en esos tiempos un club carente de consagraciones deportivas. Cañón le dijo que sí al médico Ochoa y bajo su mano, el América obtuvo la primera estrella de su historia el 19 de diciembre de 1979. Ni la maldición del Garabato fue capaz de apagar el talento del maestro Cañón, sin duda el mejor jugador de fútbol que ha dado Bogotá en su historia.

Hace poco la Secretaría de Cultura de Bogotá quiso hacer una votación entre la gente para saber cuál debía ser el nombre que debía llevar la biblioteca de fútbol que estará abierta al público en el estadio El Campín. Por un amplio margen se escogió entre la gente el nombre de “Biblioteca Alfonso Cañón”. Lo chistoso del caso es que de pronto empezaron a decir que no, que de pronto ese no era el mejor nombre y algún leguleyo sacó una fotocopia del decreto 2759 de 1997 para justificar el patraseo vulgar en la decisión donde dice: “Los ministerios de despacho, gobernadores y alcaldes quedan encargados de dar estricto cumplimiento a lo dispuesto en la legislación vigente para prohibir en adelante la designación con el nombre de personas VIVAS, de las divisiones generales del territorio nacional, los bienes de uso público, los sitios u obras pertenecientes a la nación”.

Lo curioso es que desde la Secretaría se impulsó la idea de reemplazar el nombre de Cañón por el de Falcao García o el de Nairo Quintana, que también están vivos, es decir, invalidados de recibir ese honor. En el mismo decreto hay un parágrafo donde se hace una excepción a esta regla: “Podrán designar con el nombre de personas vivas los bienes de uso público a petición de la comunidad y siempre que la persona epónima haya prestado a la nación servicios que ameriten tal designación”. Cañón cumplía con ambos requisitos: la gente lo escogió y representó al país con la camiseta de la Selección.

Luego de muchas protestas a través de las redes sociales, a la Secretaría de Cultura del Distrito le tocó aceptar finalmente –eso pusieron en un trino desde su cuenta oficial en Twitter– que bueno, que se llamaría entonces Alfonso Cañón la biblioteca.
 

Me gustaría saber el nombre del funcionario que le echó piedras a la idea de llamar “Alfonso Cañón” a la biblioteca del estadio. Él solito se ganó el homenaje en vida al “empleado del mes más impopular del distrito”, por su generoso esfuerzo para cambiar de un plumazo la voluntad popular.

Por: Nicolás Samper/ @udsnoexisten

*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.

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