Opinión

Junio 19

Por: Andrés Ospina. Escritor y realizador de radio/ @elblogotazo

A veces conviene volvernos al espejo. Sostener discusiones atemporales con nuestro yo de otros días. Reconocernos en lo que fuimos, cuando nos faltaban los años que hoy comienzan a sobrarnos.

Me veo en 1990, aún por cumplir 14. Mis máximas preocupaciones existenciales consistían en no reprobar octavo grado, respetar la amonestación de matrícula condicional, no perderme los 20 Superéxitos de 88.9, y –sobre todo– ser testigo en vida por vez primera –o acaso por la última– de la participación de un combinado patrio en el certamen futbolístico de mayor relevancia global.

Dos décadas y casi un lustro –además de infinitos sueños, reinvenciones y frustraciones, en términos balompédicos, nacionales y personales– se han sucedido, entretanto.

Vuelvo al 90. De fondo sonaba Un estate italiana, de Gianna Nannini y Edoardo Bennato. También Colombia Caribe, de Zumaqué; Fiesta, del Grupo Raíces, y Mi selección Colombia, de Gabriel ‘Rumba’ Romero. Como telón… una nación encañonada, en vísperas aperturistas, futuristas, constitucionalistas y neoliberales. Y un presidente electo, escogido por W… pues casi todos sus pares, incluido su candidato de partido, murieron en ‘pretemporada’.

La televisión repetía hasta el hartazgo comerciales de Frutiño, Café Águila Roja y Mobil, con imagen de José René y voz doblada de Jaime Olaya Terán suplantándolo, según la norma del momento.

William Vinasco Ch. gimoteaba consignas que luego serían mantras… “Una de las dos cosas que más me gusta hacer en la vida” (después fueron tres). “Dios es colombiano” (aseveración teológica chovinista y profana). Los noticieros Cinevisión, Cripton, Nacional, De las Siete, 24 Horas y demás lanzaban pronósticos exagerados.

Mis remembranzas de entonces semejan postales. La salida titubeante aunque decorosa ante Emiratos. La derrota frente a Yugoslavia. La serenidad de un Maturana mucho menos soberbio que el de años después. Los rumores sobre sendos Renaults obsequiados por Sofasa a los convocados, y el desmentimiento por parte de la industria automotriz en cuestión.

El empate contra Alemania, instante cumbre de nuestro balompié, con el subsiguiente comentario de un más robusto Carlos Antonio Vélez, quien en El Tiempo reclamaba el título de pitonisa mediante su muy clásico “lo había dicho”. La posterior y hasta hace poco única clasificación a segunda instancia, acaecida un 19 de junio.

Una paradoja excepcionalmente dulce en esta tierra desmemoriada, pues durante aquella misma fecha y no hace ocho días los discípulos de Pékerman replicaron, con todavía más lujosos pergaminos, la proeza de sus veteranos antecesores.

También –cómo no– la eliminación ante un Roger Milla al que llamábamos ‘abuelo’. Tener 38 –edad que en pocas semanas habré de ajustar a mi prontuario propio– ya confería derecho a semejante rótulo.
Al final este país presente –poselectoral, excluyente, mundialista, polarizado, heroico, patriotero o reconciliador– y aquel de dos décadas atrás experimentan sin salidas similares. Pero siempre encontrarán cómo sonreír, por cuenta de un ya muy postergado y esquivo sueño con forma esferoide, del que espero, igual que todos, despertarme… más tarde que temprano.

Ahora –tras haber hablado de más, y de tanto observarlo con tan indiscreto gesto– es el tiempo quien pareciera estar mirándonos de vuelta, sonriéndonos comprensivo, como para decirnos: “Dios te bendiga, pueblo obstinado. Pues aun entre olvidos y ruinas la esperanza no se te escapa”.
 

Por: Andrés Ospina, escritor y realizador de radio/ @elblogotazo.

*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.

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