Crónicas de una generación trágica

Por Nicolás Samper C., @udsnoexisten

Veintitrés años y parece que cada 31 de mayo la mente se devolviera en el tiempo hacia 1989. El Campín está repleto. No le cabe un alma. Nacional de Medellín salta al campo para tratar de remontar una desventaja de 2-0 en el partido de vuelta que definirá la Copa Libertadores de América. Olimpia de Paraguay, su rival.

En una ráfaga emocional, los verdes logran vencer 2-0 con un autogol de Fidel Miño –un lateral con piernas de fideo y de medias escurridas, muy parecido a Miguel Prince- y con un cabezazo con la coronilla de Albeiro Usuriaga. El milagro parecía posible. Solamente era cuestión de esta afinado en la definición por penales. La hazaña era viable, mucho más, cuando el arquero uruguayo nacionalizado paraguayo Ever Almeida falló el primer penalti de la tanda. Obvio, lo detuvo René Higuita. Estaba tan conectado René que en los nueve remates que le he hicieron desde los once pasos , solamente en uno de ellso escogió el lado contrario al que iba la pelota. Atajó tres más en la serie.

El destino quiso que Leonel Álvarez, en el primer penal que pateaba en su vida, fuera el hombre que le diera la Copa Libertadores a los antioqueños. Fue un triunfo bien colombiano. Y digo que ese triunfo fue muy colombiano precisamente por ese devaneo permanente entre las gestas gloriosas y las historias dolorosas.

La mayor alegría generada por un club por primera vez para nuestro fútbol tuvo inmerso también el ingrediente de la tragedia.

Los relatos que rodearon la suerte de varios integrantes de ese equipazo terminaron haciendo pensar que sobre ellos había caído una especie de trágica maldición. René Higuita, el gran dueño de esa victoria, estuvo varios meses encarcelado por interceder en la liberación de un secuestrado. Felipe Pérez, ese volante que se crió en la maravillosa selección de Luis Alfonso Marroquín de 1985, pasó un tiempo en prisión por cuenta de sus nexos comprobados con el cartel de Medellín y porque en su apartamento fueron encontrados 20 uniformes camuflados, 158 cartuchos para fusil R-15 y MK2, 43 proveedores para fusil AUG y 86 estopines eléctricos. En 1996 murió por ocho disparos que le hicieron en el Barrio Fátima, de Medellín.

El gran Albeiro Usuriaga tuvo que arrastrar después entre otras, con un doping positivo por cocaína –similar situación vivió Higuita también- y con el escándalo de haber sido detenido por la policía con una moto robada. Murió a manos de sicarios, que le quitaron la vida con 13 balazos mientras jugaba cartas en su barrio, el 12 de octubre de Cali.

Cinco días después de que Colombia le diera un repaso de fútbol a la Selección Argentina en el Monumental de Ñúñez, venciéndolos 5-0, fue secuestrado el hijo de Luis Fernando “Chonto” Herrera, lateral que además de disputar ese juego, también levantó la Libertadores de 1989. La policía logró hacer que este drama culminara con sonrisas 24 horas después, momento en el que fueron detenidos los raptores y liberado el niño.

Luis Alfonso “Bendito” Fajardo, se vio involucrado en una investigación sobre lavado de activos, donde también estaban comprometidos dirigentes del Deportivo Pereira pero por falta de pruebas en su contra terminó libre. El que fuera un extraordinario mediocampista ofensivo es hoy presidente del Rionegro de la segunda división.

E imposible olvidar la muerte, también violenta, de Andrés Escobar, defensa del verde,   tras el fracaso colombiano en el Mundial de Estados Unidos de 1994. 

Toda la alegría de 1989 se fue cayendo a pedazos con tantas crónicas trágicas. Es como si Colombia tuviera que pagar un precio extra por ganar la Copa Libertadores porque las evidencias indican que no fue un asunto exclusivo de Nacional. El Once Caldas, vencedor de la edición 2004, también tiene   un soldado que estuvo a punto de caer pero que lucha para no dejarse derrumbar. Luis Fernando Montoya, director técnico de esa pragmática formación caldista, quedó tetrapléjico en diciembre de ese año, una semana después de haber perdido la Copa Intercontinental frente al Porto, tras recibir un disparo al tratar de evitar el atraco a su esposa por parte de fleteros. Triste.

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