Eterna duración

Por Katherine Ríos, @rioskat

Me da pena decir esto, pero no tengo tema para esta columna. Yo sé que este país no da tregua y cada hora se enciende el timbre ansioso de los noticieros indicando que hay una noticia extraordinaria en desarrollo.

PUBLICIDAD

El país vive ocupado en escándalos del más variopinto origen, que en principio hacen imposible pensar que acá no pasa nada. No sé quién decía que en Colombia uno no puede hacer siesta porque se despierta desactualizado. Y es verdad, uno se duerme un rato y cuando vuelve, el secuestrado ha pasado de víctima a verdugo, la mala actriz se ha convertido en senadora y después en presidiaria.

Nuestros opinadores profesionales no tienen descanso, el día pasa muy rápido entre el centenar de columnas de prensa, los debates en la radio de la mañana, las ventas de Julito y la gritería de Hora 20.

La preocupación de los medios parece estar centrada en alborotar avisperos. Raras veces hay seguimiento a una noticia y cuando la hay, como en el caso Sayco, o el préstamo del Campín, uno queda con la extraña sensación de que algo por debajo de cuerda estaban tramando. Y hoy, meses después de las intervenciones urgentes del Ministro del Interior y de las promesas de ocasión, ¿quién sabe en qué quedó Sayco?.

Por lo demás, el amarillo reina, vemos cadáveres y fotos espeluznantes, testimonios desgarradores y ningún desenlace. ¿Alguien sabe qué pasó con los falsos positivos?, ¿quién disparó contra la oficina de Mónica Roa?, ¿quién intentó matar a Londoño?

Lo mismo pasa con la justicia. Una vez destapada la olla podrida de turno, sale el presidente, los fiscales, ministros, y todo al que le suelten un micrófono, a anunciar que se tomarán medidas firmes, se crearán unidades especiales de investigación, bloques de búsqueda, contralorías, leyes y todo lo que se les ocurre en esos cinco minutos de atención que les presta el mundo. Lo que pase después no importa, total nadie vuelve a preguntar.

Probablemente las casas de Vargas Lleras no se harán y nadie se dará cuenta. Volvera otra “ola invernal” que tapará pueblos que aún esperan la tan anhelada reconstrucción. Y otra vez, será como la primera vez: una primicia.

Así, después de ver el noticiero de la mañana, de oír tres emisoras de radio, de ver el noticiero del medio día y de leer periódicos y revistas; sigo con la sensación de que acá no pasa nada. Me siento dando vueltas en un ocho que se repite sin cesar. Si uno le quita el apasionamiento a la noticia, no hay nada: Merlano no es el primer borracho importante que usa su poder para persuadir la autoridad. Dania no es ni la primera ni la última prostituta que cree que no lo es porque cobra caro. Y no es la primera vez que el gobierno espera, según dice, resultados en la lucha contra las FARC. Hasta los atacados con ácido se volvieron costumbre y son una estadística más que aparecerá en la prensa como “fuerte reducción de los quemados con ácido en el 2012”. Seguiremos eligiendo ineptos una y otra vez hasta el fin de nuestros días. Y vendrán otros Uribes, otras presentadoras insultando manicuristas, otras Shakiras cantando el himno nacional.

Pero todo ese movimiento, esa agitación cotidiana, esa indignación exacerbada no mueve nada de fondo. Pocos son los cambios que se asoman, pocas las perspectivas. Hoy podría ser cualquier día del siglo XX o XXI y esta columna sería igual.

Parece que nos movemos entre la larga, infinita duracion de Fernand Braudel y el eterno retorno de Nietzche.

@rioskat

Tags

Lo Último