Recovecos: carrera quinta con calle 16

Por Eduardo Arias, @AriasvillaUbicación

El Centro de Bogotá… ¿Es bonito? ¿Es horrible? Esa es una pregunta vericuetuda que cada quien responderá como mejor le plazca. De hecho, la respuesta de una misma persona puede variar de manera dramática de un día para otro. Depende del clima, del estado de ánimo, del comportamiento del tráfico, de si es lunes o es sábado, en fin, de la circunstancia en que cada cual ande.

Un trancón de viernes por la tarde soleado (momento en que se tomaron las fotos que ilustran esta nota) generaría sentimientos encontrados. A menos que uno tenga la fortuna de encontrarse atascado en un trancón eterno detrás de una minifurgoneta de fabricación china con vidrio trasero metalizado que le regale una vista inusual de la carrera Quinta.

La ciudad se muestra hermosa, imponente, paradisíaca, de ensueño. Así allá afuera se madreen y se insulten a punta de pito los que quieren avanzar por la Quinta al sur, los que quieren bajar por la 17, los que pretenden subir por la 16.

Al lado derecho, edificios de oficinas anodinos que el paso de las décadas han vuelto familiares y hasta amables a quienes caminamos a menudo por esas calles. Al otro lado, el edificio de la Procuraduría General de la Nación, que alguna vez fue el edificio Corpavi, y que también se destaca por una enorme escultura de Negret roja, muy roja, que contrasta con las fachadas de color piedra que la rodean.    

Este es uno de los rascacielos más destacados de ese centro bipolar que durante décadas no supo si ser colonial y republicano o moderno, y que ahora luce simple y llanamente anticuado.

Este edificio genera sentimientos ambivalentes. Sin ser una obra maestra del diseño, de lejos luce bonito. En particular cuando se observa la ciudad desde un lugar alto, como otro edificio o la avenida Circunvalar. Sus formas redondeadas le dan un aire estilizado al perfil de la ciudad. Pero es demasiado alto para estar en un sitio de calles tan angostas, tan estrechas. Desde la carrera Quinta resulta difícil apreciarlo.

Por suerte la furgoneta de fabricación china ofrece una visión inesperada, a mitad de camino entre el gran angular y el ojo de pescado del inmueble. El infierno inquisitorial desde donde el procurador general de la Nación Alejandro Ordóñez decide cómo deben comportarse, relacionarse (y persignarse y confesarse y arrepentirse y fustigarse y lapidarse) los colombianos de bien luce como el mismísimo paraíso terrenal.

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