Yo, Robot… Ellos, ?

Pablo Francisco Arrieta/@xpectro, docente y provocador digital.

Una de las cosas que más me molesta al entrar en una sala de cine bogotana es encontrar en la primera fila los espacios que que la ley ha exigido para que puedan asistir personas en silla de ruedas. Ubicados en esa mala posición por la que nadie quiere pagar, son una afrenta silenciosa de la que somos cómplices al no cuestionar la situación. Si bien cumple con la norma, no recuerdo haber visto nunca a nadie sentado en ellos. ¿Ustedes si? ¿Les parece justo?

Mucho se ha escrito en las últimas semanas sobre el caos que nuestra ciudad vive y el centro del conflicto está en los problemas de movilidad. Pero nuestros problemas son una tontería comparada con la heróica proeza que es desplazarse por Bogotá con algún tipo de discapacidad. 

Decía Charles Eames que “el diseño depende en gran cantidad de las limitaciones”, pero al parecer esa idea se olvida en la vida profesional tanto como en la academia. Recuerdo la experiencia de un estudiante de antropología que, luego de sufrir un accidente que lo recluyó en una silla de ruedas y, en pleno siglo XXI, con teleconferencias y cualquier cantidad de inversión en sistemas digitales, tuvo que abandonar sus estudios pues no podía asistir a las clases. Y ni hablar de perros lazarillos, tan útiles para ciudadanos invidentes en otras latitudes, pero prohibidos ahora en nuestras tierras por los canes de seguridad que se usan por doquier. Y estos son un par de ejemplos nada más…

Yo uso gafas y ello no hace que me toque pagar el asiento más cercano a la pantalla para poder ver. Eso gracias a que hace siglos esa limitación fue convertida en elemento de moda. Pero hoy, así como hoy algunos miran en su colección de gafas cuál van a ponerse ese día, Aimee Mullins despierta en las mañanas y mira su colección de piernas y selecciona cuál par se ajusta a su agenda. Una decisión que no pueden tomar otras modelos porque Mullins perdió sus piernas y esa carencia la ha tomado como una posibilidad. Hoy vivimos tiempos de cambio, en los que la tecnología nos hace repensar nuestro cuerpo, sus posibilidades y las preconcepciones que tenemos sobre la limitación.

Así que cuando descubro las propuestas de exoesqueletos que avanzan la silla de ruedas y la convierten en un elemento casi de ciencia ficción, me emocionan las puertas que se abren para muchas personas. 

Especial interés encuentro en las propuestas de Ekso Bionics: ingenieros de la universidad de Berkeley que desde el 2005 desarrollan su trabajo en el campo de los exoesqueletos. Sus primeras creaciones permitían caminar, escalar y correr con pesos de hasta 200 libras. En el 2008 desarrollan un HULC (Human Universal Load Carrier), con miras a ser utilizado por el ejército americano, y cuyo desarrollo continúa desde el 2009 Lookheed Martin; el soldado que utilice dicha armadura biónica está en capacidad de cargar su equipo por largos trechos sin sentir cansancio (y van en la dirección de la herramienta que usa Ripley para combatir con Alien en una de sus películas). En el 2010 crean lo que puede cambiar la vida de muchas personas: lo llaman eLEGS y son piernas biónicas que permiten volver a caminar, dejando atrás la silla de ruedas. Recomiendo escuchar la charla en TED que dictó Eythor Bender el año pasado para que vean las puertas que esta empresa está abriendo (para entender en más detalle, recomiendo ver esta entrevista o leer este excelente artículo).

En el proceso e investigación no se encuentran sólos, pues Argo Medical Technologies tiene su reWalk y TEC RMC tiene su Tek RMD, ambas unidades desarrolladas para facilitar el desplazamiento de personas que tienen problemas. Y del otro lado del mundo, Honda tiene su serie de aparatos para ayudar a caminar y Cyberdyne ha desarrollado una armadura completa para el cuerpo, llamada HAL (dotando de fuerza adicional a quien la usa, parecida al exoesqueleto de Iron Man), que proponen sea usada en rehabilitación, soporte para personas discapacitadas, construcción u otras labores pesadas y trabajo de rescate en tragedias. Y de seguro hay muchas más que aún ni conocemos…

Si bien estos desarrollos costosos ocurren fuera de nuestras fronteras, es necesario que cambiemos nuestra actitud local con respecto a la accesibilidad. Es un problema que todos tenemos que afrontar. El progreso está en aceptar la diferencia como normalidad, como nos recuerda Juan Pablo Salazar, y eso arranca con nuestros cuerpos, que puede que hoy nos respondan pero que si un día no lo hacen no deben convertirse en barreras. 

En una sociedad interconectada, el acceso es un derecho, no un privilegio. Todos tenemos limitaciones, discapacidades o como las quieran llamar. El que diga que no, que por favor nos cuente dónde dejó la nave que lo trajo de Krypton.

Postweet: Muchos hoteles colombianos dicen estar habilitados para sillas de ruedas, pero las mismas no entran a los baños de las habitaciones.

 

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