Noche buena

Adriana Jaramillo @seligmanad

Hay dos clases de familias en España: los que creen en Papá Noel y los que creen en los Reyes Magos. Trataré de hacerles un perfil.

 

Están los que se dan regalos la noche del 24 de diciembre, decoran la casa con botas de lana en la chimenea, árbol luminoso con bolas doradas y tienen Papá Noeles y renos de cerámica y peluche. Son los que leen el diario El País, van a Nueva York de vacaciones, cantan ‘Jingle bells’ y ‘White Christmas’ interpretado por Frank Sinatra, y cenarán esta Noche Buena con pavo asado. Los mismos que hablan pestes de los Estados Unidos (ahora menos con Obama), pero en lo que a la Merry Christmas se refiere, hacen una excepción. Seguramente se regalarán artilugios electrónicos como un iPad, un iPod, una Wii, o un libro (son intelectuales), o quizá una chaqueta Belstaff, unas botas UGG (les gustan las marcas aunque lo nieguen) o harán el amigo secreto (en España se llama amigo invisible), porque este año hay crisis. Por supuesto no creen en Dios. Son los progresistas, los modernos, así para entendernos.

 

Luego está la Madrid profunda, más conservadora, que celebra en Noche Buena el nacimiento de Jesús. Esos se dan el regalo el 6 de enero celebrando la larga travesía de los Reyes Magos venidos de oriente, a quienes previamente les han escrito una carta haciendo la petición de sus deseos y temen haberse portado mal porque en ese caso los Reyes les traerán carbón. Son los que leen el diario ABC, cantan con pandereta y castañuelas ‘Belén, campanas de Belén’ y ‘Ana nanita nana’, y cenarán lombarda con cabrito o cordero al horno. A ellos les regalarán un saco Lacoste o camisas Polo (el animal bordado es imprescindible) o bolsos de Gucci y Carolina Herrera (les gustan las marcas y que se vean bien las iniciales) y ellas habrán pedido cita en la peluquería para retocarse los mechones rubios. Decoran la casa con un gran pesebre que aquí llaman ‘El Belén’: lago de papel aluminio, figuritas talladas y prefieren los ángeles pintados de oro y las piñas de pino como centro de mesa. Sin embargo hay dos cosas imprescindibles de la Navidad española comunes a todos: la lotería y los turrones.

 

No hay ciudadano español de izquierda o de derecha, que estando en su sano juicio, no compre al menos un décimo de la famosísima Lotería de Navidad. Le tienen tanta devoción, que yo diría que ‘El Gordo’ (cuatro millones de euros) es el verdadero Mesías. Hoy, 22 de diciembre, todos los canales de televisión nacionales, incluyendo los noticieros, difieren en directo el sorteo que existe desde el año 1812. Los niños del Colegio de San Ildefonso son entrenados todo el año para cantar cada número ganador, con un cántico inconfundible que es lo único que se escucha ese día. En esas pelotas que giran entre el globo metálico están puestas las ilusiones de este pueblo. Incluso las empresas mandan un correo oficial de compra de lotería a sus empleados, para que nadie se quede sin su número. Todos sueñan con llegar el lunes a mandar a sus jefes al carajo. El día después empiezan las crónicas de los ganadores. Entrevistan a los ‘nuevos ricos’ que cuentan las miles de anécdotas: los dos amigos que dejaron de serlo porque uno le dijo al otro que compartirían el premio y luego se fugó, el pueblo donde cae ‘El Gordo’, que se convierte en el de mayor número de divorcios y la gente gritando y bañándose en cava espumosa por las calles de su ciudad.

 

La segunda cosa que anuncia la Navidad española desde finales de noviembre son los turrones. Mis caderas están muy agradecidas de que estos manjares no se vendan todo el año en el supermercado. Desde enero toca hacer dieta rigurosa para que al llegar la Navidad pueda uno enceguecerse de esas masas almendradas que se deshacen en la boca con suprema dulzura. Turrón viene de la palabra ‘torrere’, que en castellano significa tostar. Los más famosos son los de Alicante, que, incluso, creo, los venden en Colombia. Son turrones duros y están hechos de miel, clara de huevo, almendras tostadas y oblea, se parecen a los ‘paisas’. Pero mi favorito es el turrón de Jijona que tiene los mismos ingredientes, pero pasa por un complicado proceso de elaboración para que quede con esa inconfundible textura blanda. ¡Deliciosos!

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