Medio siglo de conflicto armado mantuvo oculto el «río más bonito del mundo». Luego, más de un año de pandemia volvió a impedir a los turistas contemplar los colores vivos y naturales de Caño Cristales.
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Este es una de las maravillas naturales de Colombia que recupera su actividad.
Caño cristales
Le llaman el «río de los cinco colores» por los tintes de la planta acuática «Macarenia clavigera» que arroja rojos, fucsias, verdes y amarillos.
Esto se da sobre todo a partir de junio cuando el caudal es más bajo y le da el sol. Además, transcurre por el Parque Nacional Natural Sierra de la Macarena, que cerró sus puertas cuando comenzó la pandemia.
Tras no recibir ningún visitante en 2020, Caño Cristales vuelve a tener pequeños grupos de turistas recorriendo sus caminos ecológicos, fotografiando las curvas rocosas que mecen el río, contemplando los incesantes saltos de agua y bañándose en pozas naturales.
El embate de la pandemia
«Al no haber turismo, no había empleo. Los restaurantes, las canoas, hoteles… todo estaba vacío», explica la guía Leidy Aguilar.
Ella contó que desde hace unas semanas ha retomado el trabajo al que se dedica desde hace cinco años: enseñar los tesoros escondidos de su tierra.
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Tan escondidos que hasta hace apenas diez años ni siquiera quienes vivían en el departamento del Meta, donde se encuentra Caño Cristales, conocían de su existencia y adentrarse a visitarlo era peligroso.
Pero desde 2012, cuando comenzó a recibir visitantes de forma regulada, el turismo ha venido incrementándose.
De los 3.847 que recibió entonces, llegó a picos de 15.000 con la firma del acuerdo de paz en 2016.
«Durante muchos años la economía fue ilícita en La Macarena y ahora las comunidades se han organizado. Particularmente las empresas comunitarias. Tras año y medio cerrado Caño Cristales, que es el emblema de esta región, la gente no ha podido tener ingresos», cuenta el gobernador del Meta, Juan Guillermo Zuluaga.
Apostaron sus medios de vida a un turismo comunitario, donde el visitante dormía en las pequeñas cabañas de don Teo, almorzaba donde doña María, cruzaba el río con uno de los barqueros y visitaba el parque con Leidy o Julián, dos de los guías locales.
La mayoría de familias han sobrevivido este embate apoyándose en la ganadería, otro de los fuertes de La Macarena, el principal municipio lechero del Meta, aunque el pastoreo extensivo en esta zona de bosque de transición al Amazonas se traduzca en deforestación.
Para el parque y Caño Cristales, como en otras zonas del mundo, el confinamiento le ha servido para respirar y darle más espacio a la fauna.
«Si hiciéramos un monitoreo exhaustivo en esa época en que no hubo visitantes, vamos a encontrar mayor presencia de fauna», resume el guardabosques y coordinador de ecoturismo de la Orinoquía de Parques Nacionales, Faber Ramos.
La pandemia ha tenido una «implicación positiva» en el ecosistema, y hay mayor presencia de animales en zonas húmedas que antes eran frecuentadas por personas.
Desde la reapertura en junio, más de 700 personas han disfrutado nadando tranquilamente frente a bravas cascadas, bajo la atenta mirada de guardaparques y militares.
De hecho, la presencia de militares es apabullante: se paran en los caminos que recorren los turistas, sobrevuelan en helicópteros sobre sus cabezas y patrullan por el río Guayabero sobre el que se vierte Caño Cristales. Señal inequívoca de que este aún sigue siendo terreno complicado.
Territorio vetado
El Meta era territorio de las antiguas FARC hasta el punto de que el jefe guerrillero de la zona, Jorge Briceño, alias «Mono Jojoy», muerto por el Ejército en 2010, llamaba a Caño Cristales su «balneario privado».
Llegar hasta allí suponía apostar al azar, a que la guerrilla quisiera hacer ojos ciegos a quienes se adentraban en su territorio, a pasar varios días por caminos sin asfaltar para llegar al pueblo (aún hoy se tarda dos días en llegar desde Bogotá por tierra) y conseguir a algún vecino que sirva de guía.
Desde que se desmovilizó la guerrilla, las disidencias de las FARC que operan en la zona han intentado retomar el control de un área que consideran «estratégica» para la movilidad del narcotráfico aunque, como señala el gobernador, «la comunidad está a la defensa de que no vuelva a pasar».
Más allá del contexto, lo cierto es que cuando uno pasea por la orilla de Caño Cristales, el mayor peligro es el de resbalarse y caerse al río.