El otro día puse Miss Universo para chismosear cómo le iba a la colombiana y no aguanté ni cinco minutos. Es que un reinado como que ya no encaja en un mundo como este, y menos con la situación que tenemos en Colombia. Todo en él luce anacrónico, fuera de lugar, impertinente y hasta ofensivo.
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Y de tanto querer organizar partidos a la brava cuando la situación no es la adecuada, al fútbol se le está poniendo también cara de reinado de belleza. Por un lado, dirigentes avaros y corruptos; por el otro, jugadores que viven en una burbuja. Su economía y su estilo de vida no son las de la gente que los sigue y los apoya, y eso los hace vivir en un mundo paralelo lleno de desproporciones. Ignoro de quién fue la culpa de que la semana pasada se jugaran en el país tres partidos de Copa Libertadores mientras afuera de los estadios la población civil se enfrentaba a fuerzas del Estado, pero todo era muy grotesco. Es posible que los futbolistas sean presos del sistema en el que viven, reos en una jaula de oro, pero igual mucha oposición no fue que mostraran.
Ninguno de los tres juegos se debió llevar a cabo, y aun así se jugaron con (muy poca) normalidad; era rarísimo oír los estruendos de las bombas en televisión mientras que en la cancha los jugadores celebraban goles como si nada estuviera pasando. El fútbol es el deporte más popular, y al mismo tiempo su desconexión con la realidad es tan grande, que se siente que ya es hora de que le quitemos el trono que ha ostentado durante décadas.
Lo que se vivió la semana pasada en Colombia es una muestra gratis de lo que veremos en caso de que se celebre acá la Copa América, algo en lo que el gobierno nacional y la Conmebol están empeñados pese a todo. Mientras ellos Insisten en hacerla y de paso mostrarle al mundo que aquí todo marcha de maravilla, los que protestan se van a encargar de que ocurra exactamente lo contrario y que, con cada partido, cada desplazamiento, cada concentración y cada entrenamiento, el mundo vea que este país está revuelto y que necesita cambios urgentes y profundos. No me cabe duda de que, en caso de llevarse a cabo, saldrá perdiendo el oficialismo que quiere maquillar la realidad.
Es que no tiene lógica. Si Japón, que es todo orden y disciplina, está dudando en hacer los Olímpicos este verano, ¿a cuenta de qué esta recocha que es Colombia se las quiere dar de viable? ¿Con qué cara hacer una fiesta con la casa en ruinas? ¿Qué tipo de presión o de alianzas hay para que se lleve a cabo? ¿Quién presiona a quién? ¿Las autoridades del fútbol continental a las autoridades del país, o viceversa? Es que se dan la mano los gobiernos y los dirigentes latinoamericanos, ambos sedientos de dinero y adictos al poder. Y es su show, es su negocio, ellos verán qué hacen con él, pero nosotros no tenemos por qué seguirles la corriente.
Y sorprende, pero al mismo tiempo no sorprende, el cubrimiento que ha hecho la prensa local en medio de las protestas, tan liviano que toca oír a los de afuera para dar con voces sensatas y críticas. Nuestros periodistas son tan poco críticos, tan sumisos con el poder, que si no es por los medios extranjeros no nos enteramos de lo que de verdad pasa acá. Y encima, no le ganamos a nadie, pocas veces se ha visto tan mal desempeño de los equipos colombianos como en la actual Libertadores. Papelón dentro y fuera de la cancha, hermoso resumen de lo que es este país.