Usar el cuerpo como una performance de carácter político y acudir a la representación erótica para resistirse a la instrumentalización sexual son las propuestas de Pitchfotos, un proyecto fotográfico que presenta distintas percepciones de los cuerpos masculinos lejos de la pornografía.
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El autor de la iniciativa es el caleño Ricardo Caicedo, comunicador social, magister en estudios culturales y docente universitario, quien tuvo sus primeros acercamientos a la fotografía homoerótica hace más de 20 años.
Caicedo está invitado en agosto a una residencia virtual en el Museo Q (Bogotá) y será ponente en el XI Congreso Internacional sobre la Imagen, en Sidney (Australia). En entrevista con PUBLIMETRO, el artista habló de su propuesta fotográfica.
Conozca más sobre este proyecto en la web pitchfotos.com o en redes sociales: @pitchfotoss (Instagram) y @pitchfotos (Twitter).
Hay una línea delgada entre el erotismo y la pornografía. ¿Cómo se diferencian?
Vivimos en una cultura porno que exhibe todo de forma explícita y no da oportunidad para que la imaginación se active. Se asesina el erotismo. El porno convierte los cuerpos en mercancía y detrás de ello está el riesgo de no tener cómo construir relaciones basadas en el amor.
El porno satisface momentáneamente el deseo, mientras el erotismo apunta a lo espiritual, a lo trascendente. Mi intención es poder explorar la imaginación a partir de las herramientas que ofrece el erotismo: el ocultamiento y la forma poética de construir las imágenes.
¿Cómo fue su acercamiento artístico a los cuerpos humanos?
A mediados de los 90 me acerqué a la semiótica y a la fotografía. Hice un curso de semiótica de la imagen en Cuba y desde ahí empecé a jugar con fotos que les hacía a los nadadores de la universidad.
Como mis prácticas deportivas favoritas eran la natación y el buceo, poco a poco tuve la fortuna de contar con bailarines y nadadores que se entusiasmaron con la idea de fotos bajo el agua, aunque mi inicio con la fotografía subacuática fue con mujeres embarazadas en una propuesta ligada a la idea de la maternidad, que en últimas se refería a la madre Tierra.
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En América no hay muchos referentes de arte homoerótico…
En realidad, el tema del homoerotismo ha sido muy restringido en la historia del arte. En occidente inició en los 60’s, cuando las comunidades afro, las feministas y las comunidades diversas empezaron a expresar sus inconformidades por los sistemas de exclusión. En estas luchas, el arte volvió a ocupar un lugar protagónico para las denuncias políticas por la inclusión y el reconocimiento de derechos humanos.
Sus redes sociales han sido canceladas varias veces. ¿Por qué se censura el erotismo masculino?
Los criterios de censura de muchas redes sociales se ciñen a normas de convivencia reguladas, por lo general, por robots que no cuentan con ningún criterio estético. El erotismo invita a la imaginación y a la apreciación de la belleza, haciendo ocultamientos que podrían estar en cualquier parte del cuerpo humano.
Lo cierto es que el límite entre el porno y el erotismo sigue siendo muy complicado de establecer. La imagen de un cuerpo puede ser erótica, pero si en un segundo plano no permite la construcción de un relato se queda apelando a lo inmediato, a lo explícito, a lo momentáneo.
¿Y si las fotografías fueran de mujeres? ¿Ahí sí se consideraría arte?
La tendencia en el erotismo son los cuerpos de las mujeres que son vistas por los hombres desde una mirada heteropatriarcal. Al fotografiar cuerpos masculinos busco mostrarlos sensibles, sensuales, vulnerables, dispuestos y en forma pasiva. De esta forma, el homoerotismo le sirve a mi proyecto como una herramienta de denuncia política frente a la fragilidad de la masculinidad y las estructuras heteropatriarcales.
En esa línea, ¿en qué consiste el homoerotismo como ‘herramienta de combate’?
Nuestra sociedad es contradictoria: por un lado se menciona el derecho de las personas para expresar su diversidad, pero luego se vienen el escándalo y la censura. Las expresiones de afecto entre personas diversas en la calle se vuelven un problema.
Por eso utilizamos el cuerpo como una puesta en escena de carácter político. Los chicos fotografiados y yo creamos un discurso, que es una forma de expresión social para fundar unos referentes inéditos desde lo local.
¿Quiénes son los públicos de su proyecto?
Se ha creado una comunidad interesante de jóvenes en Colombia, con incidencia en México, Perú, Argentina y España. He dictado talleres de fotografía homoerótica por WhatsApp, por los que han pasado 96 personas de distintos países.
¿Pitchfotos es un proyecto de diversidad?
Sí. La idea es abrirles la posibilidad a hombres que desean tener un diálogo con ellos mismos y con el entorno a partir de la experiencia de ser fotografiados, que para muchos es liberadora y trae aceptación, reconocimiento y autodescubrimiento.
Es un proceso que pocas personas tienen porque les ha sido negado, porque la mayoría siente vergüenza. Al generar espacios de autorrepresentación y de diversidad de los cuerpos y de las estéticas hay un efecto muy poderoso.
Sin embargo, en sus fotos prevalecen los cuerpos que van en línea con la normativa estética cultural (blancos, lampiños, delgados)…
Claro, la construcción del erotismo en las condiciones en la que yo la hago es altamente excluyente. Por lo general no busco a los modelos, sino que ellos me buscan. En este sentido, quienes lo hacen tienen ciertas seguridades por sus cuerpos legitimados por el erotismo institucionalizado. Tengo una serie fotográfica sobre los vellos corporales que ha sido todo un rollo.
Háblenos de la residencia virtual. ¿Cómo llegó hasta allí y dónde se puede ver?
Existe un Museo Queer (Q) en Bogotá. Me enteré por el testimonio de la mamá de Sergio Urrego en el Encuentro Nacional de Arte Queer. En el Museo conocieron mi trabajo y quedaron muy emocionados. Tendré una residencia virtual del 10 al 16 de agosto. Es una exposición con actividades asociadas. Estoy diseñando tres momentos con mis series fotográficas: ‘amarrados’, ‘máscaras’ y ‘entornos naturales’. Se podrá ver en el Instagram de @museoq