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Equipo de rafting de excombatientes de las Farc ganó el premio Juego Limpio del Deportista Del Año 2019

Este lunes en la mañana se realizó la entrega de los premios Deportista Del Año 2019 que organiza El Espectador. Ahí, el equipo de rafting de excombatientes de las Farc ganó el premio Juego Limpio del Deportista Del Año 2019.

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Son un grupo de excombatientes y civiles que hacen rafting en Río Pato, Caquetá. Ellos se llaman Remando por la Paz:

Equipo de rafting de excombatientes de las Farc ganó el premio Juego Limpio

La siguiente es una crónica que fue publicada en el impreso de PUBLIMETRO el 13 de noviembre pasado por Juan Pablo Pino.

 

En San Vicente del Caguán los remos impulsan a la reincorporación y la paz

Un grupo de excombatientes de las Farc, en medio de su proceso de reincorporación, busca una nueva salida a través del deporte. El Campeonato Nacional De Rafting tuvo lugar allí, y se convirtió en una oportunidad de mostrar cómo avanza la implementación de la paz.

De madrugada, la neblina cubre toda la parte baja, el cañón del río. Desde el filo, donde estoy absorto, con mi mente comprendiendo el entorno, se vislumbran entre la bruma unos puntos de colores al lado del río. Ese es el camping de los deportistas.

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A mi espalda saluda un hombre que pasa lento conduciendo una moto. Su compañero, en silencio, parece ir con lo justo para sostener un bidón de agua que bajarán seguramente a la parte de las tiendas, allá abajo, donde la neblina no me deja poner el ojo.

Rafting

Cuando saludo me percato de que estoy siendo rodeado por un barrio de excombatientes.  En la noche no tuve oportunidad de observarlo con detenimiento. Un mural de la Pola, otro de Alfonso Cano y uno, en el medio, que otrora fuera un homenaje a Jesús Santrich. La fina capa de pintura blanca que intenta ocultarlo, me deja definir que se trata del guerrillero.

Estoy en el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación de Miravalle, en Caquetá. Se llega allí soportando una maltrecha carretera desde San Vicente del Caguán, la antigua zona de distensión que tanto ha sonado por estos días en los medios, de nuevo con malas noticias. “Es muy difícil quitar ese estigma del Caguán. Sí es verdad que mucha gente sale de esta zona para sacar sus cédulas en otro municipio, aquí todavía todos cargamos con ese prejuicio de que en esta zona somos guerrilleros” me explica Norbey Rodríguez, taxista en San Vicente.

Pero las razones de esta visita, por fortuna, son distintas: el Campeonato Nacional de Rafting que se vive en el río Pato, organizado por excombatientes de las Farc, en el Etcr de Miravalle que ha llevado a decenas de competidores de varias regiones de Colombia, y de Costa Rica como invitado a esta remota región.

“Es increíble. Nunca me imaginé esto así. No había escuchado nada de esta zona nunca. Pero sí es cierto que la imagen de Colombia está cambiando mucho, por lo menos eso pasa en mi país. Y es increíble escuchar de primera mano cómo se vivía en la guerra, no puedo creer cómo en esta zona tan bella se vivía entre balas”, explica José Contreras, un joven costarricense que conoció por casualidad a los excombatientes que representaron a Colombia en el último mundial de rafting, en Australia. “Fue curioso, los escuché hablar en el avión, les pregunté y me confirmaron que iban para el mundial. Jamás me imaginé que eran excombatientes”, explica.

Rafting

De a poco, una tienda que a la vez funciona como centro de operaciones improvisado empieza a llenarse de deportistas. Café Marquetalia, desayunos, agua, conexión a internet, tablero para el puntaje, punto de concentración, punto de calentamiento, sala de prensa, conexión a energía eléctrica, donas en vitrinas, gaseosas, abastecimiento para los deportistas, bodega para los botes, parqueadero para carros, chivas, motos y camiones, baño público y algunas otras delicias se reúnen allí.

El equipo de Remando por la Paz, empieza a llegar, de uno en uno. Es un grupo de cuatro hombres exguerrilleros que más parecen campesinos que deportistas, que siguen aún descubriendo los intríngulis de este deporte. “¡Ojo pues que esto por acá está como bueno!”, exclama uno de los remadores por la paz al ver una chica voluptuosa. “Así, así es el guerrillero” me explica el Gato, el excombatiente que ahora sirve en la tienda, para dejarme claro que aunque deportistas, los exguerrilleros no dejan su picardía.

“Es que ya estamos cansados, es como si no pudiéramos hacer más. En todos lados es el mismo cuento: cambiaron los fusiles por los remos, dejaron de delinquir para dedicarse al deporte. ¿cuándo hemos delinquido? Fuimos el segundo ejército más grande de Colombia, nos rebelamos, eso es diferente a delinquir”, me explica Pato, uno de los integrantes del equipo, cuando intento que me cuente sobre su experiencia en Australia. “En Australia bien, pasamos bueno. Pero le doy una entrevista cuando me prometa que no va a hacer lo que hacen los medios, que paren de decir que éramos delincuentes”.

La jornada se lleva a cabo entre camaradería y más ganas de aprender que de competir. Si bien en este campeonato se define el próximo representante mundial de Colombia, es más importante fortalecer la práctica del rafting, y que los excombatientes fortalezcan su proyecto turístico. Por eso, las competencias se llevan lento, se comparten los botes, se prestan los remos, se ríen, se bromean, se ayudan entre equipos.

Resulta que el río pato, que bordea el Etcr de Miravalle, tiene características difíciles de encontrar en otros ríos, y que son aptas para el rafting. “No es el mejor, tampoco el más malo. Pero el río tiene cosas muy de él, es que así no hay otro y es muy interesante para uno conocer otros ríos, porque todos son distintos”, me cuenta Andrés Palacios, un chico de 19 años que tuvo que convencer a su familia para poder venir a San Vicente. “Es duro, claro. Mis papás estaban muertos de susto, yo también. Pero todo es diferente, no hay de qué preocuparse. Esto es muy bonito, y yo no me lo esperaba así”.

Y es que reunir tantas personas que vienen de afuera en un Etcr no es fácil. Y esto va más allá de un campeonato. Se trata de reconciliar, de unir, de escuchar. “Mucha gente lo tenía como zona roja, y eso cambió. Ahora le apostamos a la paz”, le explica a un grupo de personas Duberney Moreno, uno de los excombatientes deportistas al tiempo que acomoda su casco, mientras el sol se va poniendo más fuerte, en las orillas del río.

“Yo decidí venir porque en 1994, cuando yo tenía dos meses de nacido, las Farc asesinó a mi papá. Yo viví cinco tomas guerrilleras en Curillo, Caquetá. Mi familia los odia, y todos en mi casa votaron por el ‘no’. Fuimos reconocidos como víctimas por el Estado. Pero, aunque fue muy difícil explicarle a mi familia, decidí venir. Porque yo tengo que entender, porque tengo que escuchar, porque es hora de que haya paz. Hace unos años pude darle sepultura a mi papá, fue mi regalo de cumpleaños. Pero vine a escuchar, y tengo que decir que es muy diferente a como lo imaginé. De aquí me llevo unas historias preciosas, impresionantes, y una mirada muy distinta de esta guerra que tiene que acabar” me explica Rubén Castillo, un youtuber caqueteño de 25 años, que ahora se dedica a mostrar en su canal las bellezas de su departamento.

Y es que, para los excombatientes es emocionante cuando tantas personas los visitan. Una de las cosas más difíciles de lograr por su formación y por la ubicación de las zonas donde ahora habitan ha sido tener contacto constante con población civil de otras partes. “En mi época de guerra conocí muchos ríos como este, pero nunca supe qué era rafting. Hemos mejorado mucho la relación con Ejército y Policía, y ya hemos hecho rafting con ellos. Nos hemos dado cuenta que en esta guerra estábamos era matándonos entre nosotros, y que esa no es la solución”, dice Duberney, ya a punto de salir a remar.

Cuentan los excombatientes que la idea del rafting surgió del temido Paisa Óscar. Todo parece indicar que un día, viendo televisión, el Paisa vio el rafting, volteó a mirar el río Pato y se dio cuenta de que lo que estaba viendo en la pantalla podía replicarlo en Miravalle. Buscó apoyo en la Misión de Verificación de la ONU, que de inmediato se puso en la tarea de fomentar el rafting entre excombatientes.

“Por acá viene mucho turista. Yo me la paso aquí trabajando, cocinando. Hay días donde no hallo dónde esconderme. Porque viene mucho extranjero a hacer rafting, y yo les doy de comer a todos. Aquí montamos este negocio con mi esposo, y por ahora todo va bien”, cuenta Nelcy, la esposa de Hermides Linares, otro excombatiente certificado como guía de rafting.

Así se va el día, entre remos y competencias, y entre anécdotas e historias de guerra. Mientras llegan los botes al punto de partida, mientras los jueces dan el visto bueno para competir, incluso mientras los fuertes aguaceros amazónicos se derraman entre las montañas de este Caquetá profundo, los excombatientes se roban las miradas y la atención, y los asistentes se embelesan con sus narraciones del conflicto.

Por eso, más allá de los resultados deportivos, hay que dejar en alto el resultado como país. El centro poblado de Miravalle se convirtió, como nunca antes, en un espacio de resiliencia, de reintegración, de reconciliación y de esperanza para una paz estable y, ojalá, duradera. Es la muestra de que como país solo hace falta unirnos por un bien común, por un norte noble que permita que entre todos restauremos los tejidos de esta sociedad fracturada. Solo así, las portadas de los diarios van a contar por miles los espacios de integración y reconciliación y no las muertes de niños, civiles, rebeldes, soldados y policías causadas por una guerra sin rumbo. Solo así voy poder cumplirle la promesa a Pato de poner el foco de las historias en el cambio, la resiliencia y el futuro, y no en el pasado triste de quienes alguna vez hicieron la guerra.

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