Un mal día, la guerra les arrebató una parte vital de su humanidad, pero jamás la esperanza. Un grupo de soldados, víctima de las minas antipersonales, producto del conflicto armado que azota el país desde hace más de 50 años, hoy renacen en el espíritu gracias al deporte.
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El fútbol es su salvación. En una cancha de siete contra siete, se reunen a menudo para desafiarse a sí mismo, pero ante todo para ganarle la batalla al pasado. Llegan, conviven y comienzan a ajustar sus prótesis a la espera que el árbitro indique el pitazo inicial.
Miguel Ángel Sánchez y Juan Gamba son dos de los jugadores que hacen parte del equipo Héroes de honor. Ellos, junto a otros valientes más, sueñan con un día representar a Colombia en la categoría paralímpica de fútsal. “Uno se mentaliza que lo puede hacer, con la primera prótesis no fue fácil, pero luego uno se pudo adaptar”.
Aunque el recuerdo hiriente de un estallido está con ellos cada día, hoy no tiene efecto en sus ganas de triunfar.
“Es difícil levantarse uno y ver que no tiene una parte de su humanidad. Pero ya es prueba superada. Como uno se sienta así lo tratan los demás”, afirma Gamba.
Sánchez va más allá y manifiesta que apoyarse en el deporte es un ejemplo de reconcilio, algo esencial para acabar con la guerra en Colombia. “Para que termine la violencia en Colombia se necesita impulsar más la educación, que la gente estudie, se prepare y más oportunidades de empleo”, asegura quien se siente el héroe de sus hijos cada vez que pisa el césped artificial.
El fútbol es la herramienta para reconciliarse con la vida. Fueron víctimas de la violencia, pero hoy practican el perdón en sus corazones cada vez que tocan el balón, controlan y rematan al arco. No importa si la pelota entra o no entra, ellos ya le hicieron un golazo a la frustración.
