Bienvenido a este país intolerante, generoso en exculpar errores propios y en fustigar fallas ajenas. Bienvenido William a este lugar en el que no te van a perdonar media, así tu pecado sea venial. A muchos de los dueños de grandes pecados mortales de esta nación los respetan, los aplauden, ¿pero qué hacemos? Este es el sitio en el que te tocó vivir.
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Porque es así, William, y me da mucha vaina decirlo, pero somos además un país resentido. Un país que odia profundamente al que le va medianamente bien y que supone siempre que no se merece ese lugar en el que está. Por eso muchos de los vituperios en tu contra después de enviar el penal a otro lugar distinto a la red fueron del calibre de: ‘Es que es inconcebible que a un tipo que le pagan por lo que hace y le pagan una millonada, no sea capaz de meter un penal’. ‘A ese man le pagan por hacer los penales. Que responda’. ‘Yo, con el sueldo de Tesillo le hago 600 penales consecutivos’. ‘Valor necesita un soldado, un policía. No un futbolista profesional que le pagan bastante por lo que hace para que salga con semejante chambonada’. Incluso uno de los tantos que escribió aquella noche aciaga de viernes puso sin temor a sonrojarse: ‘¿Y si no es a él, entonces a quién culpamos?’. Ellos nunca tuvieron un mal día en la oficina, parece.
En fin. Tesillo, eres culpable y punto para gran parte del país que siente inconcebible que un tipo falle una pena máxima. Que no entiende cómo algo tan sencillo de hacer fue imposible para ti. Y yo pensaba: ¿qué nos queda decirle a Luis Suárez, el goleador del Barcelona que en la tanda definitiva ante los peruanos falló el suyo? Que tenemos que evaluar otras cosas antes de revisar por qué William falló el penal.
Por ejemplo ¿por qué perdemos más de lo que ganamos en esa instancia?, ¿por qué la mente nos traiciona después de las grandes gestas, como fue el inicio de la Copa en la que se venció 2-0 a los argentinos?, ¿por qué luego de caminos impecables en primeras fases se nos nubla todo en el instante en el que hay que disputar un partido mano a mano en el que no hay vuelta atrás?, ¿por qué celebramos alborozadamente un gol en esa instancia sin siquiera haberla ganado como ocurrió con Yerry Mina en la misma definición contra los chilenos?, ¿por qué, en el minuto 92, Arturo Vidal se lanza al suelo para intentar recuperar un balón que está a punto de irse a la banda y dos jugadas después, que el balón se va, Stefan Medina se demora en hacer el saque de banda, como queriendo que el tiempo se vaya pronto y no pensando en aprovecharlo para ganar?, ¿será que sentimos que no es posible ganar en esa clase de escenarios?
El señalamiento individual no ayuda más que a tapar el verdadero bosque. El fondo de este asunto que son los apagones de luz en la mentalidad colombiana ante esos instantes. Bastante se habló en el pasado sobre la buena influencia de José Pékerman en el proceso anterior para mejorar este aspecto. Carlos Queiroz tendrá que estar atento a trabajar en ello antes que responsabilizar a Dios –que tampoco es la idea-– por un penal marrado o una clasificación.
Bienvenido, William. Eres el culpable de hoy de acuerdo a un racimo de hombres perfectos de Twitter. Por ese mismo motivo, siéntete tranquilo.