Ya sea por la prisa, el tráfico, la imprudencia o las distracciones, todos experimentamos ansiedad al conducir, pero la amaxofobia es mucho más que eso.
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El término ‘amaxofobia’ proviene del griego amaxo (carruaje) y fobos (miedo), y consiste en un miedo inexplicable y desmedido a sentarse frente al volante de un automóvil.
Detrás de esta condición, subyace la idea de un riesgo inminente a sufrir un accidente de tránsito. Comprensiblemente, estas personas no quieren padecer semejantes experiencias negativas y, con el tiempo, su rechazo a conducir puede hacerse más pronunciado, hasta que deciden dejar el volante por completo.
Sin embargo, es evidente que esta actitud de evasión no favorece la vida social ni laboral de las personas con amaxofobia, ya que, al no considerarse capaces de conducir hacia ningún destino, evitan salir de su casa si no cuentan con alguna alternativa de transporte.
¿Quiénes tienen este padecimiento?
Todos presentamos al menos un pequeño grado de ansiedad al conducir, debido al estrés natural que esta actividad exige. Sin embargo, este pequeño grado de ansiedad es muy distinto al desarrollo de amaxofobia.
En promedio, se calcula que entre 26 y 33 % de la población mundial sufre de fobia a conducir en algún grado. Cabe anotar que, de la totalidad de los casos, apenas entre el 6 y el 12 % alcanza niveles paralizantes que conllevan la renuncia a tomar el volante.
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Hace años se creía que las personas que padecían este trastorno eran primordialmente mujeres. Sin embargo, estudios realizados en España mostraron que en realidad la proporción entre hombres y mujeres es bastante más equilibrada: 55 % de quienes padecen amaxofobia son mujeres y 45 % son hombres.
También la edad juega un factor importante. Los estudios indican que los casos de amaxofobia se vuelven más comunes después de los 40 años. ¿Qué la provoca? Una experiencia traumática, como un accidente de tránsito, el temor que causa la manera de conducir de los demás, la sensación de incompetencia, la falta de pericia al volante y la ansiedad o el estrés excesivo.
El miedo patológico a conducir sí existe y se llama amaxofobia