Sebastián cumple más de 40 años como pescador. Dice que eligió su oficio, lo que le daría de comer a él y a su familia. Tiene cataratas, así como unas manchas en el rostro que le ha dejado el sol y que no lo van a abandonar. Su piel es tostada, pero brillante y su acento sucreño es evidente. Habla con gracia y sonríe, porque cumplió un sueño: el de la dignificación de la pesca artesanal, un oficio que le deja muchas ganancias al país.
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En abril inauguraron el sueño de Sebastián y más de 1400 familias pescadoras del golfo de Morrosquillo, entre Sucre y Córdoba: Morrosquín, un centro de acopio de pescado cazado artesanalmente que servirá como bastión para el desarrollo de la región y el regreso de las nuevas generaciones al trabajo ancestral.
Sebastián, uno de los asociados a Corpagolfo, uno de los beneficiados por la apertura del centro de acopio ideado por los pescadores artesanales, recuerda las denominadas faenas de 12 y 14 días en mar abierto, para pescar, la odisea posterior para vender todo, el desorden con el dinero y la baja calidad de vida de los pescadores.
“Si usted va al banco Agrario a solicitar un crédito, digamos para comprar un motor para una lancha, no se lo dan porque los pescadores tenemos mala fama. Tenemos fama de derrochones, pero se olvidan que el dinero pulpo está en nuestras manos, antes que en las de cualquier campesino”, señala el pescador de 60 años.
Cuando habla de la mala fama de los pescadores, no se siente ofendido, pues señala que en tiempos pasados tenían razón.
“Uno salía a una faena con luna clara, sin necesidad de llevar carnada, traía el pescado, fuera el que fuera, y luego de vendido, esa platica era para beber, para fumar. Nunca para pensar en el futuro, porque el mar siempre estaba ahí. Sin embargo, unos pensamos en que había que dejar más que el desorden a las nuevas generaciones”, cuenta.
En 1991 se unió a Corpagolfo y desde allí su sueño era asociar a los pescadores de San Antero, Tolú, San Onofre y las islas que conforman el golfo. Luego, cuando encontraron la unidad, soñaron con un centro de acopio, pero lo que él llama politiquería, los aisló por mucho tiempo de su sueño.
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“Ya hay centros de acopio, pero todos son por cuestiones políticas y a la larga los pescadores no teníamos nada propio. Así nació Morrosquín”, señala emocionado.
Tras la unión y la búsqueda del sueño, los pescadores se dieron a la tarea de crear un proyecto propio, financiado con los recursos del Estado que año tras año se pierden por falta de ejecución.
Fue así como consiguieron 1600 millones de pesos para adecuar el centro de acopio y crear la primera marca de pescado cazado responsablemente del golfo.
“Para nosotros es un sueño hecho realidad. El pescador artesanal antes realizaba sus faenas pensando en esta actividad como una manera de subsistir. Hoy, con la puesta en marcha del centro de acopio y nuestra marca comercial propia, el beneficio económico para las familias que vivimos de esto se materializa pensando siempre en el respeto y la dignidad de nuestros mares”, comenta Julián Medina, vicepresidente de Corpagolfo.
El proyecto, apoyado por entidades como la Aunap, la Fundación Acdi/Voca y la Autoridad Nacional de Pesca, no es solo un método de sustento para las familias pescadoras, sino para ofrecer salidas ecológicas y de pesca responsable a restaurantes y marcas que le apuestan a la pesca artesanal.
“Los pescadores tuvimos que aprender que hay maneras correctas de hacer las cosas. Nos capacitamos para sacar peces adultos. Me acuerdo que le decía a los pescadores amigos, si matamos a todos los bebés, no hay especies que sobrevivan, Fue un proceso y ahí vamos”, cuenta Sebastián, que dice que todavía falta, pero que lo van a conseguir.
Según Manuel Gómez, experto en adecuación de centros de acopio, “en el golfo de Morrosquillo, los pescadores se están capacitado en pesca responsable a través de talleres de buenas prácticas de conservación”, así, cambiaron el tamaño de los anzuelos y mallas y contribuyen al equilibrio ambiental.
“Lo más bonito de esto, de que sea una empresa de pescadores, para pescadores, es que además de la sostenibilidad de las familias, volvemos a traer a nuestros hijos y nietos a la pesca, pero no como antes, sino que vienen con tecnología y conocimiento que tecnifica y engrandece a los pescadores”, concluye Sebastián.
Morrosquín ya está cerrando negocios con marcas como Wok, y restaurantes que buscan la sostenibilidad ambiental y social.
“Muy pronto se va a estar comiendo un buen pargo rojo pescado por mí, pero allá, en Bogotá, y sabrá que es la materialización de mi sueño”, sonríe Sebastián.