El expresidente Juan Manuel Santos presentó en Madrid su libro La batalla por la paz. En este, desgrana su vida política y la historia de la búsqueda de un acuerdo con la principal y más antigua guerrilla de Latinoamérica, desde el fracasado proceso del Caguán hasta los acuerdos de La Habana de 2016.
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En la obra, que se lanzará en Colombia el 1 de mayo, Santos recupera con anécdotas o conversaciones las amplias diferencias. Una de estas con su antecesor en el cargo, Álvaro Uribe, aunque insiste en su voluntad de «tender puentes» con él y evitar controversias partidistas.
Aunque no deja de resaltar que el acuerdo de paz recibió más rechazo y obstáculos entre sus teóricos aliados, igual que el apoyo que sí obtuvo en lugares que no esperaba (como Cuba, Venezuela o el Ecuador de Rafael Correa), insiste en que el libro «no» es un ajuste de cuentas, sino que busca explicar «por qué hice lo que hice».
Sobre el apoyo, al principio casi inesperado, de líderes como Fidel Castro o Hugo Chávez, recalca «la evolución de la izquierda latinoamericana», los «antiguos aliados de la lucha guerrillera», que fueron «aliados del proceso de paz» que valió a Santos el premio Nobel de la Paz de 2016.
Mirando ya desde fuera del poder, considera que el actual Ejecutivo colombiano del presidente Iván Duque «podría hacer más» para que avance la aplicación de los acuerdos, aunque reconoce su compromiso con la comunidad internacional de que «está empeñado» en su cumplimiento.
«Los que pasa es que uno ve el discurso presidencial, pero ve también la lentitud de la burocracia», incide Santos, aunque reconoce que «a veces es por la voluntad de los mandos medios de no avanzar en cualquiera que sea la dirección de las políticas».
Sí exige al Gobierno que «sea tajante» con los continuos asesinatos de dirigentes sociales, varios cientos en poco más de un año, algo que «debe preocupar a todo el mundo», si bien apuntó que se deben a varios factores, como la sustitución de cultivos ilícitos o cuestiones relacionadas con la ocupación o redistribución de tierras.
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Aún así, se muestra convencido de que estos asesinatos no deberían compararse con las muertes violentas de numerosos miembros de la formación política izquierdista Unión Patriótica (UP) tras la desmovilización de la guerrilla del M-19 en 1990.
«El Estado colombiano hoy está en muchas mejores capacidades para controlar eso frente a lo que pasó en la Unión Patriótica», asevera.
Santos considera «inconcebible» un hipotético retorno de los paramilitares y subraya firme, como repitió en una conferencia de prensa, que el proceso de paz es «irreversible».
En su conversación con Efe, el exmandatario colombiano no oculta su esperanza de que «la experiencia de las FARC sin duda alguna abre el camino para una negociación con el ELN», la última guerrilla del país, aunque lamenta que ahora mismo ese proceso «no existe».
«El Gobierno no tiene ningún interés y el ELN está también en una posición de no aceptar ninguna de las condiciones que el Gobierno está exigiendo. No hay ningún tipo de diálogo. Ojalá que ambas partes reflexionen», resume la situación.
Santos, de 67 años y con una larga experiencia política, reflexiona en varias ocasiones en las páginas del libro sobre «la soledad del poder» y explica a Efe que «hay momentos muy difíciles donde uno no tiene a quién acudir», en los que «el mejor consejero es su propia conciencia».
En este sentido, recuerda una frase del presidente estadounidense Thomas Jefferson, cuando le pidieron que definiera la presidencia y respondió: «Es una espléndida miseria, donde uno pierde amigos todos los días. Y yo le agregaría que encuentra traidores cada día de por medio».
El libro cierra cada capítulo con una lección extraída de distintas fases del proceso de creación de condiciones y diálogo con las FARC. Y su autor reconoce que fue escrito así para «extraer lecciones» que puedan ser usadas en centros académicos que estudian resolución de conflictos o mediadores internacionales.
Hablando de mediadores, ¿se ve Juan Manuel Santos como mediador de otro conflicto?
Aunque dice que ahora está «dedicado» a su familia, a escribir y a sus clases en las universidades estadounidenses de Harvard y Oxford, no oculta que el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, le preguntó si podría ser mediador.
«Yo le dije que por ahora no me incluyera en la lista así oficial, eso era lo que él quería, pero que en el momento adecuado o donde me necesitara, él o cualquier otra circunstancia, por supuesto, no me negaría», concluye.
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