El siglo XVI fue un momento de la historia peligroso para las narices y orejas, e incluso para los labios.
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Todos los caballeros llevaban espadas, y aunque no siempre era legal, a menudo resolvían sus diferencias con un duelo… y esas partes del cuerpo con frecuencia sufrían por la defensa del honor.
El excéntrico astrónomo de Dinamarca Tycho Brahe, por ejemplo, usaba una nariz prostética hecha de cobre en el lugar de la que perdió cuando tenía 20 años en un duelo contra otro noble danés por un desacuerdo sobre matemáticas.
Afortunadamente, hacia fines de ese siglo, el arte de la cirugía se había desarrollado al punto que pudo suministrarles narices, orejas y labios artificiales, pero vivientes, a los caballeros, particularmente a los que pasaban por el norte de Italia.
Era allá donde trabajaba Gaspare Tagliacozzi, el profesor de la Universidad de Bolonia, uno de los grandes centros médicos de la época.
Tagliacozzi (1545-1599) publicó un libro en 1597 bajo el título de: «Una nueva cirugía en el arte, hasta ahora desconocido por todos, de reparar la falta de narices, orejas y labios, mediante el injerto de piel del brazo«.
Ahí quedó plasmada la infancia de la cirugía plástica.
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El rostro, reflejo del alma
Fue el primero y, para los conocedores, tal vez uno de los mejores libros dedicado exclusivamente a la cirugía plástica.
Lo escribió bajo el impulso del Renacimiento —que surgió de Italia en el siglo XIV y alcanzó su apogeo durante los siglos XV y XVI— que marcó una transición en la civilización, y en la medicina estableció la base de los estudios anatómicos modernos.
- Más información en: El otro Renacimiento de la Italia del siglo XVI
Antes, los métodos de reparar la nariz dañada en los duelos u otras formas de combate se mantenían como secretos en las familias de «cirujanos barberos», quienes trataban defectos o heridas faciales, algo crucial en una época en la que se creía que las desfiguraciones en el rostro reflejaban las desfiguraciones del alma.
Y, aunque otros escritores habían discutido aspectos de las operaciones de cirugía plástica, Tagliacozzi fue el primero en establecer su validez científica y mejorar las técnicas a la luz de los avances en el conocimiento médico del momento.
Además de la rinoplastia, detalló los procedimientos de cirugía reconstructiva para labios y orejas.
La habilidad de Tagliacozzi era famosa en toda Europa, y su tratado, que resumía el trabajo de su vida, detalla la teoría detrás del procedimiento, describe la instrumentación y los pasos progresivos para la operación, así como el vendaje y la atención postoperatorios.
Rinoplastia a la italiana
La operación se hacía en etapas, sin anestesia y tomaba semanas.
Durante los últimos 20 días, el paciente tenía que permanecer con la palma de una mano fijada con vendas a la parte superior de la cabeza, como ilustra el siguiente grabado.
Así, un extremo del injerto cubría la parte que requería sanación —en este caso la nariz— y el otro seguía pegado al antebrazo, para mantener la piel «nutrida» y viva.
Por doloroso e incómodo que fuera, representaba un gran desarrollo en un tipo de cirugía que, aunque Europa aún no lo sabía, ya tenía una larga historia.
El método indio
El «método italiano» de rinoplastia difería del «método indio» que fue empleado por cirujanos como Súsrata.
Súsrata fue un cirujano indio que practicó este método desde aproximadamente 500 a.C.
Su enciclopedia, «Súsruta-samjita», es uno de los textos clásicos de la medicina ayurveda, que fue traducido al árabe en el 700 d.C.
En él hay descripciones de las muchas ramas de la práctica quirúrgica.
Una de las técnicas descritas fue la rinoplastia: los cirujanos indios tenían mucha práctica con esta técnica, ya que era común que a los que habían cometido delitos les cortaran la nariz.
Pasó un tiempo considerable para que las técnicas quirúrgicas de Súsrata llegaran a Europa.
De hecho, no fue hasta 1794 que llegó al mundo de habla inglesa cuando en la revista Gentleman’s Magazine de Londres se describió la técnica de la «rinoplastia india».
Una vez revelada, la nueva técnica se adoptó rápidamente y tuvo mucho éxito.
El problema, sin embargo, era que el método indio sacaba la piel para el injerto de la frente o la mejilla.
Y el resto, es historia
Con el tiempo, la rinoplastia pasó de ser un procedimiento para restituir una nariz perdida debido a un castigo o un accidente a una en la que se cambia el tamaño o la forma de la nariz.
La primera vez que quedó registrada como una operación con fines cosméticos fue en 1898, cuando un cirujano operó a un joven cuya nariz le causaba tal vergüenza que no podía salir de su casa.
La rinoplastia se hizo común entre los actores y actrices de Hollywood de la década de 1930.
Unas décadas después, la alarmante cantidad de personas que se «hacían la nariz» para adaptarse a los ideales contemporáneos despertó la preocupación de que la gente —principalmente las mujeres— se estaban sintiendo forzadas a adherirse a una noción de belleza artificial para poder reforzar su autoestima.
Pero la explosión en ese y todo tipo de tratamientos para tratar de alcanzar el ideal del momento en términos de belleza física fue tal que tener una nariz obviamente «hecha» ni siquiera llama la atención.
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