Hace meses usted me dijo que no quería ser senador, que la idea no le hacía ‘ojitos’, ¿por qué ahora sí?
PUBLICIDAD
La idea aún no me hace ‘ojitos’. El día de la posesión no estaba contento. No sentía alegría y digamos que es entendible: estuvimos demasiado cerca de ganar la Presidencia, como para alegrarme porque retrocedí 15 años de mi experiencia laboral y política. No estaba en mis planes volver al Congreso.
Tenía tres alternativas: volver al Congreso, disputar la Alcaldía y con votos suficientes para ganar, o hacer oposición desde afuera.
¿Por qué no se fue por La Alcaldía de Bogotá?, ¿cree que la hubiera ganado con facilidad?
La deseché porque estuve dos años soportando una andanada judicial y disciplinaria buscando mi exilio. Solo por la defensa de algunos juristas y abogados logré llegar a la campaña presidencial, y ahora va a ser peor porque el uribismo está tocado de muerte y sus ‘estartazos’ finales no van a ser decentes ni caballerosos. Y la manera de resistirlo es volver y transformar al Senado en una trinchera de argumentos.
Volver a la Alcaldía hubiera sido dejar a seis millones de electores botados, en todo el país. Y ese ya no debe ser mi comportamiento, a pesar de que sería un triunfo relativamente fácil y placentero, porque podríamos lograr que muchas de las cosas que suspendió Peñalosa se puedan volver realidad, pero no vamos a dejar a la gente de tantas regiones tan aisladas, tan olvidadas, tan amenazadas por la violencia, abandonadas. Voy a acompañarlos desde el Senado.
Se mete de lleno en la oposición, ¿a qué le apunta este año?
PUBLICIDAD
Desde la figura clásica de la oposición hay que tramitar un debate permanente en el Congreso, sobre cómo el programa de Duque falla y cómo hubiera sido mejor el programa del gobierno de Petro. Esto va tener origen en desentrañar el nuevo gobierno y resaltar la fortaleza de nuestro programa, para que llegado el momento, la gente pueda escoger a la oposición. La oposición es transitoria, es fugaz. La oposición es para gobernar inmediatamente.
¿Cómo ve la figura de un posible líder de oposición, en la que muchos ven que encaja Jorge Enrique Robledo?
Esa es una discusión inoficiosa porque no existe la figura de líder de la oposición. El liderazgo lo da el pueblo. Me voy a reunir con Robledo porque a mí me interesa constituir un frente por la vida y la paz con todos los que son amigos de esa posibilidad. Robledo es uno de ellos, Fajardo es otro… Lo alcanzado en segunda vuelta debe ampliarse. Debemos construir el bloque mayoritario e histórico que cambie el país.
En entrevista con PUBLIMETRO, usted dijo que los carteles mexicanos son los dueños de la violencia del país. ¿Cómo funciona esto?
La estrategia de Duque, Uribe y sus amigos en la prensa ha consistido en tratar de achacarle la nueva violencia a las disidencias para que se siga mencionando a las Farc como grupo armado, pese a que ya dejaron las armas. Todo esto sobre la base de que el odio a esa exguerrilla les permite buenos votos y eso les ha funcionado todo el siglo XXI.
La guerrilla se acabó como grupo armado, y tratar de sostener la idea de unas Farc armadas mediante sus disidencias es una mentira. Serían disidencias de las Farc si mantuvieran un ideario político, de izquierda, comunista, si se quiere, pero lo que hoy tenemos en los campos de batalla es un nuevo actor de la violencia sin política al que hay que ponerle cuidado porque está dirigido por carteles mexicanos.
Estamos a puertas de perder soberanía territorial. Eso se ve en el Pacífico nariñense. Allí, las fuerzas en conflicto son el Ejército de los Estados Unidos y los carteles mexicanos. ‘Guacho’ pertenece a esas fuerzas.
El segundo problema es que al ser extranjeros no les importa nada de lo que ocurra en Colombia y así se intensifica la barbarie de la violencia en el país. Aun en tiempos de Pablo Escobar, de Carlos Castaño, de los grandes victimarios, existía un aire de que eran colombianos y se podía hablar y dialogar, como lo que hizo Uribe con los paramilitares, sus aliados. Pero con extranjeros no se puede.
¿Y qué se puede hacer con eso?
Si fuera el presidente, mi primera visita hubiera sido al presidente electo de México y el tema central habría sido el narcotráfico. Esa reunión no se dio, pero pienso que es importante que parte de la sociedad esté cerca de México, que ya dio un gran paso anunciado: van a legalizar las drogas. Quisiera que el Gobierno mexicano use el sistema de sometimiento a la justicia a cambio de verdad. La verdad de los carteles mexicanos desbarataría la política tradicional colombiana.
¿Qué se puede decir de la muerte de más de 330 líderes sociales?
Estos son líderes alternativos en sus regiones, que tienen proyectos políticos o económicos diferentes a la mafia. Esa postura política local alejada del narcotráfico y la guerra es inconveniente para los mafiosos que los matan.
El problema es que estos movimientos mafiosos empiezan a ser coordinados implícitamente por el Estado, por sectores que dentro de este añoran la política de Uribe. No son la Policía o el Ejército como institución, pero están dentro de sus cuerpos de inteligencia. No es posible que pueda haber una amenaza en el norte de La Guajira firmada por las Águilas Negras, y otra en Leticia… La única organización que lo tiene se llama ¡Estado!
Las amenazas sistemáticas están hechas por servidores públicos, articuladas a escala nacional con un móvil político: crear tal zozobra que impida que el presidente Duque se escape del redil uribista.
Hablemos de la manifestación del 7 de agosto…
La respuesta de las fuerzas más oscuras del uribismo es matar. La respuesta de las ciudadanías libres es moverse con alegría y eso se va a ver el 7 de agosto. Una gran movilización multitudinaria de una sociedad que le dice al gobierno electo: ‘aquí lo primero es la paz y la vida. No es Uribe’. Es una parte de la sociedad que le está diciendo: ‘o destruye esa cadena interna del Estado que está matando y se aparta de las mafias mexicanas y hacemos la paz, o va a ver una fuerte oposición de la gente que no se va a dejar quitar su país’.
¿Cómo ve el panorama con lo que le ha pasado a Álvaro Uribe?
El senador Uribe sabía antes de las elecciones presidenciales lo que se le venía pierna arriba, porque él fue el que llamó, él se dio cuenta de que lo estaban interceptando y sus llamadas tenían que ver con manipulación de testigos para protegerse en el proceso de la Corte Suprema.
Le apostó falsamente al triunfo de Duque y que lograra amedrentar a la Corte. Por eso los mensajes de Duque como la ‘megacorte’, como el fiscal nombrado por el presidente, como la pérdida de la independencia de la justicia… Creyeron que lo habían logrado, pero se encontraron de frente con que el magistrado Barceló no se dejó asustar.
Ahora Uribe renuncia para que el que lleve su caso sea la Fiscalía y allí no va a pasar nada porque Néstor Humberto Martínez realmente está ‘untado’. O Duque y el ala más derecha del uribismo provocan un colapso institucional en Colombia o el senador Uribe va preso. Pido que no le acepten la renuncia, que enfrente a la Corte. El que nada debe nada teme…