La Cancillería, a través del Viceministro de Comunicación Internacional, expresó su «más absoluto repudio» a la decisión de autoridades de Bogotá, «quienes de forma inexplicable y bochornosa han decidido excluir al cantante y músico venezolano Paul Gillman, cultor del género rock, de un importante festival musical».
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En un comunicado, deploró «esta actitud políticamente motivada», que «demuestra una visión intolerante, excluyente y que extiende la agenda hostil y de agresión contra el gentilicio venezolano que se ejecuta desde Colombia«.
La diplomacia venezolana defendió a Gillman como uno de los «más exitosos y reconocidos cultores del rock latinoamericano, cuya trayectoria en el género lo convierte en una referencia más allá de nuestras fronteras».
El Instituto Distrital de las Artes de Bogotá (Idartes) anunció la cancelación de la participación del venezolano por razones de «orden público», cuya participación, según la entidad, ha enfrentado una «campaña de desprestigio».
El organismo de la Alcaldía de Bogotá aclaró que, «siendo este un tema de orden público, es esta y no otra la razón que lleva al Idartes a tomar la decisión de cancelar la presentación de Gillman en el festival de este año», e indicó que espera «poder contar con él en futuras versiones».
El Gobierno consideró la decisión sobre el cantante como «doblemente vergonzosa», en primer termino porque, señala, la invitación había sido cursada por los organizadores del festival en reconocimiento a la carrera musical de Gillman, y «fue retirada por miserables presiones de un empresario del espectáculo de Colombia«.
Pero además porque Gillman, al contrario de artistas colombianos «que utilizan su fama e influencia para denigrar de Venezuela», no ha expresado «ninguna opinión que pueda considerarse lesiva a los intereses y gentilicio de Colombia«.
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El venezolano «tiene como artista pleno derecho a expresar su posición política en los términos que mejor le dicte su conciencia», agregó.
Calificó esto de ser una «persecución» por parte de las «élites clasistas que dominan la vida colombiana», lo que, subraya, «contrasta con el respeto y el cariño que se brinda en Venezuela» a artistas colombianos.